La realidad, desde nuestra alma. 2
I.3.- El orden en el Caos
Se ha dicho que en nuestra mente no hay uno, el que ingenuamente llamamos “yo”, sino que muchos. Existe un “nosotros” que bullen en nuestro interior y que toman e mando en forma más o menos caótica.
Sin embargo, nuestra psiquis tiene algunas estructuras que pudieron ser identificadas por la psicología profunda (cuando era un arte y no un oficio), gracias a la experiencia de siglos, acumulada en las tradiciones antiguas.
Veamos grosso modo cuáles son estas estructuras :
Podemos verificar fácilmente que existen en nuestra mente dos áreas claramente definidas. El consciente, que es todo luz, claridad, contingencia, racionalidad. Esta parte de mi mente es la que calcula, planea, revisa. Con esta parte de nuestra mente podemos planificar las vacaciones, nuestra carrera profesional, etc.
La racionalidad campea en este sector lleno de planes, propósitos, entendimientos.
Sin embargo, muchas veces sentimos que hay algo no racional en el comportamiento, tanto el nuestro como el de los demás. Siempre algún detalle no esperado se cuela en nuestras más claras y prístinas intenciones. Un mal humor, un pequeño “accidente”, un olvido.
Hoy en ciencias, hay muchos profesionales que aceptamos que no toda la naturaleza es computable, que no todo es posible de reducir a cálculos y leyes matemáticas racionales, nos encontramos entonces que en la cúspide del conocimiento racional, tenemos que aceptar que conocemos sólo el cinco por ciento de lo que existe en el universo y, que el resto se comporta de manera bastante extravagante. Pululan entonces en la literatura científica nombres como quintaesencia, materia fantasma, materia y energía obscuras.
Tal como en el viejo adagio, comprobamos que “como adentro es afuera” y podemos dividir tanto a la naturaleza como a la mente en dos zonas, una clara, computable y consciente y la otra, obscura, inconmensurable e inconsciente.
Dentro del modelo que estamos planteando, se puede advertir en la mente humana esta dicotomía: la conciencia con sus claras intenciones, con sus planes, moral y éticas, y el inconsciente con todo lo que escapa al control humano. Aún el monje más convencido tiene sueños eróticos de vez en cuando; al respecto es muy interesante ver la iconografía medieval referida a las tentaciones que acosan al hombre, la serie de cuadros de “las tentaciones de San Antonio” son ilustrativas.
I.4.- Claro y oscuro
La conciencia es nuestro yo cotidiano, con todos sus matices y volubilidades, son el conjunto de nuestros deseos, planes, amores, etc. Estamos acostumbrados a trabajar con él y a pensar que eso es todo lo que hay. No ofrece mayores misterios, es como las piezas de la casa que siempre ocupamos, las conocemos al dedillo y casi las damos por hechas.
El mundo sería realmente aburrido si nunca las monedas cayeran de canto. Efectivamente, ese hueco en nuestros cálculos, ese desván al que no vamos nunca son en realidad la fuerza incontrolada e incontrolable que da vida realmente a nuestra existencia. ¡Cuánto se aburren los niños que no tienen un subterráneo donde ir a jugar a los fantasmas, a las escondidas, a explorar en el misterio!
La expresión más clara de que algo similar existe en nuestra mente son los sueños. Ellos son la energía que fluye desde el inconsciente y se abre camino hacia nuestra vida cotidiana. Un bonito sueño puede darnos fuerza para realizar aquella tarea que normalmente nos causa pánico, o un mal sueño puede aterrorizarnos al punto de la muerte.
De este modo, no hay que atribuir a la obscuridad un papel negativo como normalmente se hace, la vida se compone de claros y obscuros y ellos son importantes para la realización vital. Esta es la razón por la cual cualquier intento por construir algo basado sólo en un polo está condenado al fracaso. Una sociedad puramente racionalista y materialista como lo fue la rusa soviética resulta chata, terriblemente anquilosada, sin posibilidad de que aire fresco renueve la vida de tanto en tanto. Un Apolo demasiado casto, puro y claro, jamás es capaz de encontrar el amor el cual, siempre le será esquivo. Por otro lado, un esfuerzo puramente inconsciente se disipa sin logros concretos, es puro instinto que no construye. El caso de la figura de Dionisios es el mejor ejemplo, en el que las bacanales eran de un desenfreno extático, pero sin posibilidad de construir nada duradero. El perfecto equilibrio de ambas fuerzas es la clave del éxito, mal que mal Apolo y Dionisios eran adorados en el mismo lugar en Delfos, los griegos sabían lo que hacían.
continuará
Welsung
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