RACISMOS CONDENABLES Y RACISMOS ACEPTABLES
Tuve la suerte de estar durante una semana en Bahía, uno de los veintiséis Estados que forman Brasil. Esa región, y en particular la ciudad de São Salvador da Bahía de Todos os Santos (conocida simplemente como Salvador, o Salvador de Bahía), fue la primera zona de colonización portuguesa. Esa ciudad fue capital de la colonia durante unos 200 años y su economía se movilizó en función de los esclavos africanos que la economía de la época consideraba la opción óptima para maximizar los beneficios.
Los fueron a buscar a Angola, Nigeria, Benín, e incluso Sudán. Los trajeron, los vendieron, los explotaron. Se reprodujeron y hoy el 70% de la población de Bahía es negra. Si bien se trata de mulatos, en su mayoría predomina la sangre africana y no son raros los especimenes que parecen ser africanos puros, tal vez un 10% de lo que observé en un recorrido de la ciudad.
Bahía se enorgullece de tener raíz africana. Su cultura, expresada en música, danza, gastronomía, religiosidad, está a la vista, y los baianos no se cansan de repetirlo al extranjero, lo cual no tiene nada de malo. Un pueblo con alta autoestima podría lograr algún destino.
Pero lo que me llamó la atención en ese recorrido fueron las omnipresentes imágenes de negros. Carteles en toda la ciudad, de todos los tamaños, mostrando rostros de seres humanos de origen africano, algunos más negros, otros más desteñidos, hombres, mujeres, viejos, niños, policías, trabajadores, artistas. Se trataba de reproducciones de obras de un fotógrafo brasileño, Sérgio Guerra. Una obra que probablemente hubiera sido aplaudida por el Ministerio del Reich para la Propaganda y Esclarecimiento Popular, por su estilo, forma y contenido.
Porque lo que se veía en esas fotos de negros no sólo era orgullo de las raíces culturales africanas de los baianos, sino orgullo racial.
Y que conste que no se trata de una pequeña minoría que lucha por no ser absorbida culturalmente, ni mestizada por elementos exóticos, racialmente no afines, sino de una gran mayoría.
¿Sería concebible que un país, una provincia, una simple ciudad que tuviese un 70% de población aria, o mestiza con alta componente racial aria (o indoeuropea, como quiera que suene menos chocante), promocionara en todas las calles principales, o en inmensas imágenes instaladas en los más altos edificios de la ciudad, bellas fotografías artísticas con rostros de arios, algunos más puros, otros algo mezclados, hombres, mujeres, viejos, niños, policías, trabajadores, artistas?
No.
No, pues existe un solo racismo condenable, el racismo ario. Los racismos de otras razas son aceptables y promocionables en forma oficial.
Hoffmann
Los fueron a buscar a Angola, Nigeria, Benín, e incluso Sudán. Los trajeron, los vendieron, los explotaron. Se reprodujeron y hoy el 70% de la población de Bahía es negra. Si bien se trata de mulatos, en su mayoría predomina la sangre africana y no son raros los especimenes que parecen ser africanos puros, tal vez un 10% de lo que observé en un recorrido de la ciudad.
Bahía se enorgullece de tener raíz africana. Su cultura, expresada en música, danza, gastronomía, religiosidad, está a la vista, y los baianos no se cansan de repetirlo al extranjero, lo cual no tiene nada de malo. Un pueblo con alta autoestima podría lograr algún destino.
Pero lo que me llamó la atención en ese recorrido fueron las omnipresentes imágenes de negros. Carteles en toda la ciudad, de todos los tamaños, mostrando rostros de seres humanos de origen africano, algunos más negros, otros más desteñidos, hombres, mujeres, viejos, niños, policías, trabajadores, artistas. Se trataba de reproducciones de obras de un fotógrafo brasileño, Sérgio Guerra. Una obra que probablemente hubiera sido aplaudida por el Ministerio del Reich para la Propaganda y Esclarecimiento Popular, por su estilo, forma y contenido.
Porque lo que se veía en esas fotos de negros no sólo era orgullo de las raíces culturales africanas de los baianos, sino orgullo racial.
Y que conste que no se trata de una pequeña minoría que lucha por no ser absorbida culturalmente, ni mestizada por elementos exóticos, racialmente no afines, sino de una gran mayoría.
¿Sería concebible que un país, una provincia, una simple ciudad que tuviese un 70% de población aria, o mestiza con alta componente racial aria (o indoeuropea, como quiera que suene menos chocante), promocionara en todas las calles principales, o en inmensas imágenes instaladas en los más altos edificios de la ciudad, bellas fotografías artísticas con rostros de arios, algunos más puros, otros algo mezclados, hombres, mujeres, viejos, niños, policías, trabajadores, artistas?
No.
No, pues existe un solo racismo condenable, el racismo ario. Los racismos de otras razas son aceptables y promocionables en forma oficial.
Hoffmann
2 Comments:
Quedo realmente impresionado con este artículo que encuentro muy bueno, objetivo y claro.
Y concuerdo plenamente con todo lo expresado y que se resume en la frase final.
Saludos Camarada
Estamos deacuerdo en que el racismo interpretado como orgullo racial es positivo sin embargo el racismo blanco crea en las personas el estigma de superioridad racial asociada directamente a la xenofobia.
La conclusion es que el sistema dictamina que racismo es bueno y que racismo es malo siendo inconsecuentes consigo mismo.
exelente aporte me gustaria tener mayor contacto con ustedes
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