La realidad desde nuestra alma 25
V. La vuelta al interior
V.1La Nostalgia:
Si hay una enfermedad que todo nacionalsocialista sufre es, sin duda, la nostalgia.
Uno ve nostalgia en todas partes. En los bares de Karaoke se puede ver a los que fueron jóvenes hace ya veinte años, tratando de recuperar una vida que no saben cuándo la perdieron, una vida que se esfumó como el humo de los cigarrillos que se consumían sin cesar en las discos de la época. Incluso he visto llorar a más de alguno.
Esa es una nostalgia entendible, una juventud que se fue, una libertad que se malgastó, la renuencia a ser viejo. Es la misma nostalgia de los más viejos que lloran al son de un tango y de la pebeta que se marchó. Como la rubia Mireya que ahora está tan vieja que uno no quisiera volverla a ver y que ya no entendemos cómo provocó tanta pasión.
También hay nostalgia en las antiguas visiones europeas del paraíso. Basta leer a Milton para beber en la nostalgia profunda. En este caso se trata de una nostalgia que tiene que ver con el mundo original perdido, el mundo antes que el ser experimentara el devenir. Es nostalgia de un mundo idílico que no vivía, que no era, en el sentido de existir luchando día a día entre la luz y la obscuridad. Era un mundo tan pero tan luminoso que los sentidos embobados no eran capaces de sentir nada, nada era aprehendido en todo su verdadero ser, porque no se "sufría".
Pero de la nostalgia que nosotros los nacionalsocialistas hablamos es distinta pues no se trata de añorar un tiempo o época que hayamos vivido, tampoco se trata de añorar un idílico mundo en que vivamos en un eterno sueño bobo.
Nosotros los nacionalsocialista añoramos lo que no vivimos, la posibilidad de morir en un heroico, y fugaz esfuerzo por vivir lejos del estado de estupidez y aletargamiento que nos envuelve hoy.
¿Quén de nosotros no daría lo que fuese, dinero, familia, salud, etc., por ser transportados a un campo de batalla de la segunda guerra mundial y morir aplastado por un T34 ruso, pero habiendo cobrado cara nuestra vida ? ¿Quién de nosotros no partiría inmediatamente si nos dijeran que los batallones del Führer han vuelto y nos necesitan? Aunque ya estemos viejos, aunque nuestro esfuerzo no alcanzara más que para desfilar orgullosos ante el Führer y nos acribillaran al primer segundo. ¿No moriríamos con la sonrisa en el rostro? ¿No moriríamos con la felicidad de HABER VIVIDO?
¡Qué destino más nefasto el nuestro: palidecer y envejecer recordando la Gran Guerra en la que no pudimos participar, la Gran Guerra que sentimos arder en nuestras venas pero que ya no podemos pelear!
Somos como un fuego artificial que no alcanzó a ser lanzado, que vio como sus camaradas se quemaron haciendo brillar la noche de los tiempos. Mientras nosotros maldecimos el amanecer que trae el nuevo día, el nuevo día que no hubiésemos querido ver porque nuestro destino bien amado era quemarnos en un fuego que incendiara el mundo.
Nuestra nostalgia no puede ser comprendida por nadie: ni amigos ni hijos ni parejas; porque nadie como nosotros maldice el día a día. Tal vez nos entenderían si les dijésemos que añoramos el Frente del Trabajo o las excelentes condiciones de vida en el Reich o las ceremonias en Nüremberg. Pero no, ni siquiera es eso lo que añoramos, lo que deseamos día a día es la muerte, la muerte heroica. ¿Quén entendería eso hoy, en una sociedad cobarde y que defiende la vida por la vida a todo trance?
Pero así parece haber sido siempre para el hombre ario. Siempre añorando el pasado como si su destino no estuviera contenido en el futuro. En este mundo decadente no queremos ni riquezas ni bienestar, queremos heroísmo, un heroísmo que ya no se puede dar pues la cobardía y el amariconamiento de la sociedad ha desterrado al héroe. ¿No dice una negra en una canción disco : “we don´t need another hero”?
Sólo el Ario siente este tipo de nostalgia. Algunos me dirán que el judío también añora su pasado y por eso lloran ante el muro de los lamentos. Pero no me convencen esos movimientos mecánicos, ese recitar robótico de las palabras del Talmud no representan nostalgia. El judío es el único que cifra sus esperanzas en el futuro pues Yahvé les prometió la Tierra. Es fácil comprobarlo, siempre verán a un judío defendiendo al futuro, la tecnología, el modernismo. Sus rostros se encienden cuando hablan de aldea global, de internet, etc. Sólo ellos y los vendidos a ellos añoran el futuro porque son seres de la Tierra que vendrá, la Terre Gasté, la Tierra desvastada por el hombre gusano, por la raza del pulgón de Nietzsche, aquella raza maldita que todo lo empequeñece.
Oh Führer, no me des nada, sólo una muerte heroica !!!
Welsung
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