La realidad desde nuestra alma 27
V.3. Dionisios-Wothan
Una de las características del hombre ario es la alegría. Tal como lo descubre Nietszche, la ciencia del ario es la Gaya Ciencia. Aunque el ario es quien más conciencia tiene sobre la inexorabilidad de la muerte, e incluso, el que más intenta apurarla en un buen combate, la alegría no abandona su rostro.
Muchos años han pasado en que nos hemos acongojado en nuestros hogares, compartiendo con los que creemos que nos entienden y cargando a nuestros muertos.
Ya ha llegado el tiempo de la gran revelación, del fin de la tormenta y de la vuelta del Sol Invictus. Su luz debe bañar nuestras almas nuevamente. Esto no es un abandonar a los que cayeron antes que nosotros, a los que nos precedieron en esta guerra. Por el contrario, es un guardar su recuerdo pero seguir adelante como ellos lo hubiesen querido. Por lo demás, como dijo Krishna a Arjuna: “Los muertos ya están muertos en mí”.
Todos nuestros camaradas caídos en la Gran Guerra están junto a nosotros, pero no los podemos seguir cargando. Como dice Nietszche:
Una luz ha aparecido en mi horizonte: compañeros de viaje necesito, compañeros vivos, - no compañeros muertos ni cadáveres, a los cuales llevo conmigo adonde quiero. Y tú, primer compañero mío, ¡descansa en paz! Bien te he enterrado en tu árbol hueco, bien te he escondido de los lobos. Pero me separo de ti, el tiempo ha pasado. Entre aurora y aurora ha venido a mí una verdad nueva. No debo ser pastor ni sepulturero. Y ni siquiera voy a volver a hablar con el pueblo nunca; por última vez he hablado a un muerto. A los creadores, a los cosechadores, a los que celebran fiestas quiero unirme: voy a mostrarles el arco iris y todas las escaleras del superhombre. Cantaré mi canción para los eremitas solitarios o en pareja; y a quien todavía tenga oídos para oír cosas inauditas, a ése voy a abrumarle el corazón con mi felicidad. Hacia mi meta quiero ir, yo continúo mi marcha; saltaré por encima de los indecisos y de los rezagados. ¡Sea mi marcha el ocaso de ellos!
Hoy Camaradas les regalo esta buena nueva: Aún hay en nuestro interior una estrella danzarina, un Dios danzarín.
Por algo nuestro Dios es Wothan, el dios ebrio, el Dios vagabundo que recorre todos los rincones y se presenta en todos los hogares, el Dios que, según cuenta el Havamal, entrega el consejo de vida a los hombres. Pero estos consejos no tienen nada que ver con las elucubraciones de la filosofía clásica, socrática, cegada por el brillo de lo insondable.
Una buena lectura de Schopenauer o de Kant siempre harán bien, pero antes debemos aprender a encender fogatas, debemos aprender a embriagarnos, debemos aprender a recuperar la locura dionisiaca.
Sí, porque Dionisios y Wothan están profundamente emparentados, ambos son los dioses de la embriaguez, de la locura. Tanto el furor de las bacantes como el de los Ulfhendar conectan al hombre con lo más profundo de su ser. En ambos el lado obscuro de la divinidad es factible de ser vivida y bebida hasta los tuétanos.
¿Quiénes somos realmente?¿ Nuestros roles en la sociedad, los gimientes resabios de un movimiento político perseguido, los vástagos de una familia ejemplar?
La única forma de enfrentarnos a nosotros mismos es en el furor dionisiaco-wothánico.
Tal vez la imagen más falsa que se pueda dar del Nacionalsocialismo es la de un movimiento de tipos graves, siempre con el ceño fruncido, siempre enojados. Quien ve “El Triunfo de la Voluntad”, ve en esa película la alegría en los rostros, las risas de esos niños, la mirada regocijada del Führer.
Lejos está nuestra alegría de la idiotez de los hombres modernos, esos que creen que se divierten y terminan drogados, desplomados en su vacuidad. Nuestra alegría es el fruto de la plenitud, la mentira de ellos es una supuesta alegría nacida para paliar su vacío infinito.
Insisto, al lado del Apolo serio, puro, virginal, racional hasta la frialdad extrema, debemos poner el templo de Dionisios-Wothan, de lo irracional, de la embriaguez que nos saca lo que realmente somos y nos enfrenta a ello.
Welsung
Una de las características del hombre ario es la alegría. Tal como lo descubre Nietszche, la ciencia del ario es la Gaya Ciencia. Aunque el ario es quien más conciencia tiene sobre la inexorabilidad de la muerte, e incluso, el que más intenta apurarla en un buen combate, la alegría no abandona su rostro.
Muchos años han pasado en que nos hemos acongojado en nuestros hogares, compartiendo con los que creemos que nos entienden y cargando a nuestros muertos.
Ya ha llegado el tiempo de la gran revelación, del fin de la tormenta y de la vuelta del Sol Invictus. Su luz debe bañar nuestras almas nuevamente. Esto no es un abandonar a los que cayeron antes que nosotros, a los que nos precedieron en esta guerra. Por el contrario, es un guardar su recuerdo pero seguir adelante como ellos lo hubiesen querido. Por lo demás, como dijo Krishna a Arjuna: “Los muertos ya están muertos en mí”.
Todos nuestros camaradas caídos en la Gran Guerra están junto a nosotros, pero no los podemos seguir cargando. Como dice Nietszche:
Una luz ha aparecido en mi horizonte: compañeros de viaje necesito, compañeros vivos, - no compañeros muertos ni cadáveres, a los cuales llevo conmigo adonde quiero. Y tú, primer compañero mío, ¡descansa en paz! Bien te he enterrado en tu árbol hueco, bien te he escondido de los lobos. Pero me separo de ti, el tiempo ha pasado. Entre aurora y aurora ha venido a mí una verdad nueva. No debo ser pastor ni sepulturero. Y ni siquiera voy a volver a hablar con el pueblo nunca; por última vez he hablado a un muerto. A los creadores, a los cosechadores, a los que celebran fiestas quiero unirme: voy a mostrarles el arco iris y todas las escaleras del superhombre. Cantaré mi canción para los eremitas solitarios o en pareja; y a quien todavía tenga oídos para oír cosas inauditas, a ése voy a abrumarle el corazón con mi felicidad. Hacia mi meta quiero ir, yo continúo mi marcha; saltaré por encima de los indecisos y de los rezagados. ¡Sea mi marcha el ocaso de ellos!
Hoy Camaradas les regalo esta buena nueva: Aún hay en nuestro interior una estrella danzarina, un Dios danzarín.
Por algo nuestro Dios es Wothan, el dios ebrio, el Dios vagabundo que recorre todos los rincones y se presenta en todos los hogares, el Dios que, según cuenta el Havamal, entrega el consejo de vida a los hombres. Pero estos consejos no tienen nada que ver con las elucubraciones de la filosofía clásica, socrática, cegada por el brillo de lo insondable.
Una buena lectura de Schopenauer o de Kant siempre harán bien, pero antes debemos aprender a encender fogatas, debemos aprender a embriagarnos, debemos aprender a recuperar la locura dionisiaca.
Sí, porque Dionisios y Wothan están profundamente emparentados, ambos son los dioses de la embriaguez, de la locura. Tanto el furor de las bacantes como el de los Ulfhendar conectan al hombre con lo más profundo de su ser. En ambos el lado obscuro de la divinidad es factible de ser vivida y bebida hasta los tuétanos.
¿Quiénes somos realmente?¿ Nuestros roles en la sociedad, los gimientes resabios de un movimiento político perseguido, los vástagos de una familia ejemplar?
La única forma de enfrentarnos a nosotros mismos es en el furor dionisiaco-wothánico.
Tal vez la imagen más falsa que se pueda dar del Nacionalsocialismo es la de un movimiento de tipos graves, siempre con el ceño fruncido, siempre enojados. Quien ve “El Triunfo de la Voluntad”, ve en esa película la alegría en los rostros, las risas de esos niños, la mirada regocijada del Führer.
Lejos está nuestra alegría de la idiotez de los hombres modernos, esos que creen que se divierten y terminan drogados, desplomados en su vacuidad. Nuestra alegría es el fruto de la plenitud, la mentira de ellos es una supuesta alegría nacida para paliar su vacío infinito.
Insisto, al lado del Apolo serio, puro, virginal, racional hasta la frialdad extrema, debemos poner el templo de Dionisios-Wothan, de lo irracional, de la embriaguez que nos saca lo que realmente somos y nos enfrenta a ello.
Welsung
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