REESCRIBIR LA HISTORIA
Hace algún tiempo se publicó en este blog un texto firmado por Cortés, quien, entre otras cosas, planteaba volver a redactar la historia de Chile, desde una perspectiva que considerara los parámetros que se desprenden de la visión del mundo nacionalsocialista.
Al respecto, en primer lugar debería establecerse qué es Chile. ¿Un territorio, una nacionalidad, una etnia, unos emblemas? El territorio y los emblemas pueden cambiar abruptamente, y en muchas ocasiones. Una nacionalidad establecida por ley también puede cambiar, simplemente cuando la ley cambie. Pero la componente racial no se puede cambiar por decreto.
Lo anterior no es mero capricho, porque ya ha sido escrita la historia del Chile territorial y de los emblemas, y seguramente ya fue escrita la historia de la legalidad en Chile, de la nacionalidad. Pero hace al menos sesenta años que no se menciona el tema racial.
Por tanto tiempo hemos visto el mapa sudamericano mostrando trece Estados (aunque tres de ellos han sido despreciados, por no tratarse de Estados de origen ibérico), cada uno representado por un color bien diferente de sus vecinos, cada uno con una bandera muy distinta al resto (excepto los que formaron la Gran Colombia), que hemos sido persuadidos que dentro de cada territorio existe un único grupo humano distinto de los vecinos.
Nunca se insistirá suficientemente que esa es una ficción. No existe “lo chileno” como tampoco existe “lo peruano”, o “lo argentino”, o “lo brasileño”. “Lo chileno” variará según cuál sea el grupo al que pertenece quien opine: mestizo, criollo, mapuche, otras etnias “originarias”, etc. En poco más de quinientos años, los diversos pueblos amerindios que ocupaban Sudamérica fueron reemplazados por el producto de las inmigraciones europeas y africanas, y por los diversos grados de mestizaje generados. No existe un solo pueblo dentro de cada territorio legal; el mosaico racial es mucho más amplio de lo que cree, no hay trece pueblos en Sudamérica. Por abuso del lenguaje, al decir “pueblo chileno”, por ejemplo, se está dando a entender “nacionalidad chilena”.
Ese abuso de lenguaje, esa simplificación, es la base de una serie interminable de errores. Basta dedicarse a observar a la gente en la calle, en las diversas ciudades, en los diversos barrios de las ciudades chilenas, para darse cuenta del equívoco. Cada rostro es un libro de historia familiar, algunos de ellos escritos sobre amalgamas armoniosas; otros, grotescas caricaturas humanas, producto de cruzas no recomendables. En una calle atestada, en un vagón del Metro, en alguno de los diversos centros de consumo, es posible observar el producto de estas historias genéticas.
Hasta el primer tercio del siglo XX aún fue posible que los historiadores chilenos hayan considerado factores etnológicos en sus análisis e interpretaciones de la historia; después de ello, el factor racial ya no fue estudiado, siendo reemplazado por consideraciones económicas y de clase social, principalmente. Para escribir la verdadera historia de Chile, de Sudamérica o de cualquier otro territorio, se debería investigar a fondo la historia de los grupos humanos que llegaron, que se fusionaron, que se apartaron, que se extinguieron, que fueron deportados en masa, que fueron exterminados o que se impusieron a los demás.
Hoffmann
Al respecto, en primer lugar debería establecerse qué es Chile. ¿Un territorio, una nacionalidad, una etnia, unos emblemas? El territorio y los emblemas pueden cambiar abruptamente, y en muchas ocasiones. Una nacionalidad establecida por ley también puede cambiar, simplemente cuando la ley cambie. Pero la componente racial no se puede cambiar por decreto.
Lo anterior no es mero capricho, porque ya ha sido escrita la historia del Chile territorial y de los emblemas, y seguramente ya fue escrita la historia de la legalidad en Chile, de la nacionalidad. Pero hace al menos sesenta años que no se menciona el tema racial.
Por tanto tiempo hemos visto el mapa sudamericano mostrando trece Estados (aunque tres de ellos han sido despreciados, por no tratarse de Estados de origen ibérico), cada uno representado por un color bien diferente de sus vecinos, cada uno con una bandera muy distinta al resto (excepto los que formaron la Gran Colombia), que hemos sido persuadidos que dentro de cada territorio existe un único grupo humano distinto de los vecinos.
Nunca se insistirá suficientemente que esa es una ficción. No existe “lo chileno” como tampoco existe “lo peruano”, o “lo argentino”, o “lo brasileño”. “Lo chileno” variará según cuál sea el grupo al que pertenece quien opine: mestizo, criollo, mapuche, otras etnias “originarias”, etc. En poco más de quinientos años, los diversos pueblos amerindios que ocupaban Sudamérica fueron reemplazados por el producto de las inmigraciones europeas y africanas, y por los diversos grados de mestizaje generados. No existe un solo pueblo dentro de cada territorio legal; el mosaico racial es mucho más amplio de lo que cree, no hay trece pueblos en Sudamérica. Por abuso del lenguaje, al decir “pueblo chileno”, por ejemplo, se está dando a entender “nacionalidad chilena”.
Ese abuso de lenguaje, esa simplificación, es la base de una serie interminable de errores. Basta dedicarse a observar a la gente en la calle, en las diversas ciudades, en los diversos barrios de las ciudades chilenas, para darse cuenta del equívoco. Cada rostro es un libro de historia familiar, algunos de ellos escritos sobre amalgamas armoniosas; otros, grotescas caricaturas humanas, producto de cruzas no recomendables. En una calle atestada, en un vagón del Metro, en alguno de los diversos centros de consumo, es posible observar el producto de estas historias genéticas.
Hasta el primer tercio del siglo XX aún fue posible que los historiadores chilenos hayan considerado factores etnológicos en sus análisis e interpretaciones de la historia; después de ello, el factor racial ya no fue estudiado, siendo reemplazado por consideraciones económicas y de clase social, principalmente. Para escribir la verdadera historia de Chile, de Sudamérica o de cualquier otro territorio, se debería investigar a fondo la historia de los grupos humanos que llegaron, que se fusionaron, que se apartaron, que se extinguieron, que fueron deportados en masa, que fueron exterminados o que se impusieron a los demás.
Hoffmann
2 Comments:
Recien aterrizando en tu blog, un abrazo inmenso, lamentablemente viviendo en Chile solo he podido estar en contacto con nacionalsocialistas Argentinos¿¿?? respecto a tu nota, cuan dificil es escribir una historia de un pueblo si la personal es poco clara. Te dejo mi email
annie1805@gmail.com
Excelente artículo!!
Saludos
http://accionid.tk
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