Requiem para un gigante
Hoy, un símbolo significativo se rompió en mi casa sin un motivo físico. Una niña que estaba cerca dijo compungida que ella no lo había hecho. Cuando lo supe, pensé: Si es un símbolo verdadero, entonces su ruptura también es un símbolo.
Casi sin sorpresa, entonces, recibí una noticia que golpeó sin embargo mi mente y espíritu: Miguel Serrano había muerto hoy en la mañana.
Varios años estuve junto a él, me maravillé con el mundo que nos mostró. Él nos enseñó que hay algo más que recorre nuestra sangre, un llamado lejano desde eones de distancia, tiempo y genética, pero que sigue vivo a pesar de todo.
Recuerdo nuestra primera entrevista, vestido de blanco en un atardecer de Santiago de Nueva Extremadura. Sus ojos azules, profundos como el mar, miraban más allá de la cortina que nos ciega en el día a día. Era el peregrino del ansia y en ese momento era evidente.
Años después nos separamos, incluso llegué a escribir en su contra, no contra el Minesänger, contra el hombre Miguel Serrano. Era yo mucho más joven y vehemente, no perdonaba que mi generación fuera una generación perdida, atrapada entre los acontecimientos de la contingencia y el sueño de lo eterno. Con el tiempo he aprendido que los hombres sólo somos eso, hombres. Una plasmación temporal de algo eterno. Como tal, tenemos nuestros momentos malos y buenos, a pesar de nosotros mismos.
Reza el dicho popular que todos los muertos son buenos; en el caso de don Miguel Serrano, él está más allá del bien y del mal pues aunque sigo pensando que cometió muchos errores, nos enseñó el otro mundo, el mundo de Hesse, Jung, Novalis, Hölderlin, del romanticismo germano que resuena en nuestras mentes a pesar de la lejanía. Él fue quien le recordó a estas ramas que la savia del Gran Árbol, del Yggdrassil, fluye también en nosotros. Él nos enseñó el sueño por la Antártica y los gigantes blancos que la habitan.
He elegido una foto de él en sus mejores tiempos, hubiese querido una en traje de peregrino, del joven que subía a Montagnola, pero no encontré ninguna. Pero no quise una de sus últimos tiempos, en decadencia, pues es así, lleno de energía y juventud como lo encontraré “al otro lado”.
Supe que en los últimos años estaba muy enfermo, quería hablarle por última vez, quería el reencuentro, aunque sólo yo hablase, repetir lo que él hizo con Ezra Pound, hablarle a eso que se estaba desprendiendo de un cuerpo ya cansado.
Su muerte lo libera, libera a uno de los más grandes espíritus que nació en esta mágica tierra de Chile. Tan grande era que arrojó también sombras, pero esto (ahora lo reconozco, con la edad), es signo de que estaba muy por encima de aquellos enanos que pueblan hoy mi país, incapaces de bien o mal, de contrastes, chatos.
El Nacionalismo de Don Miguel era un nacionalismo telúrico, unido a la Tierra, al alma de este país, él decía que Chile era una tierra de gigantes, él los había visto en nuestra cordillera, estoy seguro que hoy ellos lo han recibido como a uno de ellos. Ha muerto el último gigante de Chilli- Mapu. A partir de hoy todo se volverá más gris, más chato, más pequeño.
Sé que su espíritu nos seguirá observando desde la estrella más bella, Venus, Yepun, la Elbereth de Tolkien. Desde hoy su luz estará más húmeda por las viriles lágrimas del espíritu del trovador que ve cómo su amada Tierra se hunde.
Aquí quedamos, de este lado del Gran Mar, los malditos, los testigos de los últimos tiempos, hasta que llegue la última hora también para nosotros, aquella hora en que sabremos si hemos sido fieles, si hemos sido capaces de mantener el sueño y si podemos elevarnos hasta allá, a completar el círculo que alguna vez formamos en este mundo.
Heil Miguel Serrano!!
Sieg Heil !!
“Oh! Yepun, ilumínanos con tu luz honda, humedecida!”
A Elbereth Gilthoniel
Casi sin sorpresa, entonces, recibí una noticia que golpeó sin embargo mi mente y espíritu: Miguel Serrano había muerto hoy en la mañana.
Varios años estuve junto a él, me maravillé con el mundo que nos mostró. Él nos enseñó que hay algo más que recorre nuestra sangre, un llamado lejano desde eones de distancia, tiempo y genética, pero que sigue vivo a pesar de todo.
Recuerdo nuestra primera entrevista, vestido de blanco en un atardecer de Santiago de Nueva Extremadura. Sus ojos azules, profundos como el mar, miraban más allá de la cortina que nos ciega en el día a día. Era el peregrino del ansia y en ese momento era evidente.
Años después nos separamos, incluso llegué a escribir en su contra, no contra el Minesänger, contra el hombre Miguel Serrano. Era yo mucho más joven y vehemente, no perdonaba que mi generación fuera una generación perdida, atrapada entre los acontecimientos de la contingencia y el sueño de lo eterno. Con el tiempo he aprendido que los hombres sólo somos eso, hombres. Una plasmación temporal de algo eterno. Como tal, tenemos nuestros momentos malos y buenos, a pesar de nosotros mismos.
Reza el dicho popular que todos los muertos son buenos; en el caso de don Miguel Serrano, él está más allá del bien y del mal pues aunque sigo pensando que cometió muchos errores, nos enseñó el otro mundo, el mundo de Hesse, Jung, Novalis, Hölderlin, del romanticismo germano que resuena en nuestras mentes a pesar de la lejanía. Él fue quien le recordó a estas ramas que la savia del Gran Árbol, del Yggdrassil, fluye también en nosotros. Él nos enseñó el sueño por la Antártica y los gigantes blancos que la habitan.
He elegido una foto de él en sus mejores tiempos, hubiese querido una en traje de peregrino, del joven que subía a Montagnola, pero no encontré ninguna. Pero no quise una de sus últimos tiempos, en decadencia, pues es así, lleno de energía y juventud como lo encontraré “al otro lado”.
Supe que en los últimos años estaba muy enfermo, quería hablarle por última vez, quería el reencuentro, aunque sólo yo hablase, repetir lo que él hizo con Ezra Pound, hablarle a eso que se estaba desprendiendo de un cuerpo ya cansado.
Su muerte lo libera, libera a uno de los más grandes espíritus que nació en esta mágica tierra de Chile. Tan grande era que arrojó también sombras, pero esto (ahora lo reconozco, con la edad), es signo de que estaba muy por encima de aquellos enanos que pueblan hoy mi país, incapaces de bien o mal, de contrastes, chatos.
El Nacionalismo de Don Miguel era un nacionalismo telúrico, unido a la Tierra, al alma de este país, él decía que Chile era una tierra de gigantes, él los había visto en nuestra cordillera, estoy seguro que hoy ellos lo han recibido como a uno de ellos. Ha muerto el último gigante de Chilli- Mapu. A partir de hoy todo se volverá más gris, más chato, más pequeño.
Sé que su espíritu nos seguirá observando desde la estrella más bella, Venus, Yepun, la Elbereth de Tolkien. Desde hoy su luz estará más húmeda por las viriles lágrimas del espíritu del trovador que ve cómo su amada Tierra se hunde.
Aquí quedamos, de este lado del Gran Mar, los malditos, los testigos de los últimos tiempos, hasta que llegue la última hora también para nosotros, aquella hora en que sabremos si hemos sido fieles, si hemos sido capaces de mantener el sueño y si podemos elevarnos hasta allá, a completar el círculo que alguna vez formamos en este mundo.
Heil Miguel Serrano!!
Sieg Heil !!
“Oh! Yepun, ilumínanos con tu luz honda, humedecida!”
A Elbereth Gilthoniel
Oh Elbereth Iluminadora de Estrellas
silivren pennamíriel
brillo (blanco) baja brillando como joyas
o menel aglar elenath!
del firmamento [la] gloria [de] la hueste de estrellas!
Na-chaered palan-díriel
A-lejana distancia miró lejos
o galadhremmin ennorath,
desde la tierra media entretejida de árboles,
Fanuilos, le linnathon
Fanuilos, a ti te cantaré
nef aear, sí nef aearon!
en este lado del mar, aquí en este lado del Gran Océano!
A Elbereth Gilthoniel o menel palan-diriel, le nallon ¡
A Elbereth Gilthoniel o menel palan-diriel, le nallon ¡
Oh Elbereth Iluminadora desde el firmamento mirando a lo lejos, a ti imploro
sí di-nguruthos! A tiro nin, Fanuilos!
aquí bajo la horrorosa muerte! ¡Oh mira hacia mi, Siempre Blanca!
Welsung
Welsung
1 Comments:
No sabes el dolor que me ha causado saber la noticia, nunca lo conocí nunca tuve el valor de querer hacerlo. Tal vez para no decepcionarlo o no decepcionarme yo... preferí el mito. Siempre leo tu página, pero esto me ha dejado verdaderamente mal. Deseo homenajearlo el fin de semana del 20 de abril. Haré una gran pira, empezaré a buscar la madera, no la compraré... la buscaré con mis propias manos: ¡Que la mejor madera de la tierra que tanto amó arda en su honor!... tal como hace mucho tiempo lo mejor de Roma ardio con César. Que gran desafío al demiurgo sería que arda la pira toda una noche.
Si deseas participar puedes contactarme.
Hernán Montecinos Matamala.
Gran página como siempre, aunque esta vez gran dolor me trajiste.
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