Impacto y Futuro del Revisionismo del Holocausto. 3° Parte
Revisionismo Histórico
El revisionismo es un asunto de método y no una ideología.
El revisionismo exige, en toda investigación, un regreso al punto de partida, un examen seguido de una re-examinación, re-lectura y re-escritura, evaluación seguida por re‑evaluación, re-orientación, re-visión, re-establecimiento. Es, en su espíritu, lo contrario a una ideología. No niega, pero en cambio apunta a afirmar con mayor exactitud. Los revisionistas no son “negadores” (o, para emplear la expresión francesa, “negacionistas”). Mejor dicho, ellos intentan buscar y encontrar cosas donde, al parecer, no había nada más que buscar o encontrar.
El revisionismo puede ser realizado en un centenar de actividades de la vida cotidiana y en un centenar de campos de investigación histórica, científica o literaria. No cuestiona necesariamente ideas ya establecidas, pero en ocasiones conduce a descalificarlas un poco. Busca desenredar lo verdadero de lo falso. La historia es, en esencia, revisionista; la ideología es su enemiga. Debido a que la ideología es más fuerte en épocas de guerra o de conflicto, y porque entonces aquella produce mentiras en abundancia para cubrir necesidades propagandísticas, el trabajo del historiador en esta área requiere redoblar su vigilancia. En el profundo sondeo dentro de las “verdades” que ha recibido, con frecuencia él debe tener en cuenta que cuando una guerra ha causado decenas de millones de muertes, la primera víctima de ella es la verdad: una verdad que debe ser buscada y re-establecida.
La historia oficial de la Segunda Guerra Mundial comprende una pizca de verdad mezclada con mucho de mentira.
La Historia Oficial: sus Retrocesos Frente a los Avances Revisionistas
Es preciso decir que la Alemania nacionalsocialista construyó campos de concentración; lo hizo mucho después, y también simultáneamente, que un gran número de otros países, todos los cuales estaban convencidos que sus campos podrían ser más humanos que la prisión. Hitler vio en ellos lo que Napoleón III había pensado en la creación de colonias penales: progreso para la humanidad. Pero es falso sostener que Alemania estableció alguna vez “campos de exterminio” (una expresión inventada por los Aliados).
Es preciso decir que los alemanes fabricaron vehículos equipados con motores que usaban gas como combustible (Gaswagen). Pero es falso decir que fueron construidos furgones para gasear personas (si uno solo de estos hubiera existido, se exhibiría en un museo de automóviles, o en alguno de los varios museos del “Holocausto”, al menos en la forma de un dibujo con valor científico).
Es preciso decir que los alemanes emplearon Zyklon (hecho en base a ácido cianhídrico y en uso desde 1922) para salvaguardar, mediante desinfestación, la salud de grandes cantidades de civiles, soldados, prisioneros e internos. Pero ellos nunca usaron Zyklon para matar a nadie, liberando este gas para matar multitudes de seres humanos. A la luz de las draconianas precauciones para el uso de gas cianhídrico, el gaseamiento de presos como supuestamente se efectuó en Auschwitz y otros campos habría sido fundamentalmente imposible[1].
Es preciso decir que los alemanes concibieron una “solución final del problema judío” (Endlösung der Judenfrage). Pero esta solución era territorial (eine territoriale Endlösung der Judenfrage), y no homicida. Era un proyecto para persuadir o, si era necesario, forzar a los judíos a abandonar Alemania y su esfera de influencia europea, para establecer, de acuerdo con los sionistas, un hogar nacional judío, en Madagascar o en otra parte. Con la vista puesta en buscar una solución, muchos sionistas colaboraron con la Alemania nacionalsocialista[2].
Es preciso decir que el 20 de Enero de 1942 se realizó una reunión de funcionarios gubernamentales alemanes en una villa en Wannsee, en las afueras de Berlín, para discutir el problema judío. Pero el tema de sus discusiones fue la emigración forzada o la deportación de los judíos, así como la futura creación de una entidad territorial judía específica, no un programa de exterminio físico.
Es preciso decir que en algunos campos de concentración alemanes había crematorios para incinerar cadáveres. Pero su propósito era combatir las epidemias, no incinerar seres humanos vivos junto a cadáveres, como algunos han osado afirmar[3].
Es preciso decir que muchos judíos experimentaron los sufrimientos de la guerra, de la internación, la deportación, los campos de detención, los campos de concentración, los campos de trabajos forzados, los ghettos; que hubo, por varias razones, ejecuciones sumarias de judíos, que ellos fueron víctimas de represalias o hasta masacres (no hay guerras sin masacres). Pero es igualmente cierto que todos esos sufrimientos fueron los de un gran número de otros pueblos o comunidades durante la guerra y, en particular, de los alemanes y sus aliados (sin contar los sufrimientos del gueto, pues el gueto es una creación exclusiva de los mismos judíos)[4]. Es sobre todo más plausible, para cualquiera que no esté afectado de memoria hemipléjica y busque estar al corriente con los dos lados de la historia de la Segunda Guerra Mundial (esto es, tanto el lado que siempre se muestra como el lado que siempre está oculto), que los sufrimientos de los vencidos durante la guerra y después de esta, fueron, en cantidad y en naturaleza, mucho mayores que los de los judíos y los vencedores, especialmente en lo que se refiere a deportaciones.
Es falso que haya existido, como se ha osado largamente afirmar, orden alguna dada por Hitler o alguno de sus compañeros, para exterminar a los judíos. Durante la guerra hubo soldados y oficiales alemanes que fueron condenados por sus propias cortes marciales, y a veces ejecutados, por haber asesinado judíos.
Es una buena cosa que los exterminacionistas (esto es, aquellos que creen en el exterminio de los judíos) hayan llegado al punto en que ellos mismos ahora admiten que no ha sido encontrado ni un rastro de algún plan, instrucción o documento relativo a una política de exterminio físico de los judíos y que, de manera similar, ellos han admitido finalmente que no ha sido encontrado ni un rastro de presupuesto de empresa funeraria alguna, o un organismo responsable para iniciar un proyecto de este tipo.
Es una buena cosa que los exterminacionistas hayan concedido finalmente a los revisionistas que los jueces del proceso de Nuremberg (1945-1946) aceptaron puras invenciones como verdades, tales como los relatos de jabón hecho con grasa de judíos, de pantallas de lámparas hechas de piel humana, de “cabezas reducidas”, y de gaseamientos homicidas en Dachau.
Es una cosa especialmente buena que los exterminacionstas hayan reconocido finalmente que la más espectacular, la más terrorífica, la más significativa parte de aquel proceso (esto es, la sesión del 15 de Abril de 1946, en el curso de la cual un ex comandante del campo de Auschwitz, Rudolf Höss, testificó abiertamente que, en su campo, millones de judíos habían sido gaseados), fue meramente el producto de las torturas que le fueron infligidas. Su “confesión”, presentada por muchos años y en muchos trabajos históricos como la “prueba” Número Uno del genocidio de los judíos, ahora está consignada al olvido, al menos en lo que concierne a los historiadores[5].
Ha sido afortunado que los historiadores exterminacionistas hayan reconocido finalmente que el famoso testimonio del oficial de las SS Kurt Gerstein, un elemento esencial de su argumentación, es carente de valor. Es repugnante que la Universidad Francesa haya revocado el doctorado de Henri Roques, obtenido por haber demostrado ese hecho en 1985[6].
Es lamentable que Raul Hilberg, el “Papa” del exterminacionismo, se haya atrevido a escribir en la primera edición (1961) de su estudio “La Destrucción de los Judíos Europeos”, que hubo dos órdenes de Hitler para exterminar a los judíos, y más tarde declarara, en 1983, que el exterminio se realizó sin orden o plan, sino a través de “una increíble conjunción de mentes, un consenso, una lectura de mentes realizada por una vasta burocracia [alemana]”. Así fue como Hilberg reemplazó una aserción gratuita con una explicación mágica: la telepatía[7].
Es una buena cosa que los exterminacionistas hayan, finalmente (o lo harán muy próximamente) abandonado la acusación, basada en “testimonios”, según la cual hubo cámaras de gas para ejecuciones en los campos de Ravensbrück, Oranienburg-Sachsenhausen, Mauthausen, Hartheim, Struthof-Natzweiler, Stutthof-Danzig, Bergen-Belsen…[8]
Es una buena cosa que la más visitada “cámara de gas” en el mundo —esto es, Auschwitz I— ha sido al fin (en un artículo de Enero de 1995) reconocida como lo que es: una mentira. Ha sido afortunado que haya sido al fin admitido que “todo en ella es falso”. Personalmente disfruto al saber que un historiador del Establishment escribió: “Al finalizar los ’70, Robert Faurisson explotó estas falsificaciones al máximo cuando la administración del museo [de Auschwitz] se negó a reconocerlas”[9]. Disfruto aún más al saber que los tribunales franceses, en su iniquidad, me condenaron fundamentalmente por afirmar eso.
Es una buena cosa que, en el mismo artículo de 1995, este mismo historiador reveló que una figura tan prominente en el mundo judío como Théo Klein vio en esa “cámara de gas” sólo un “truco” (“artifice”).
También es una buena cosa que, en el mismo artículo, este mismo historiador reveló, primero, que las autoridades del Museo de Auschwitz están conscientes de haber engañado a millones de visitantes (500.000 anuales a comienzos de la década de los ’90) y, en segundo lugar, que ellos, no obstante, continuarán engañando a sus visitantes, para, como dijera el subdirector del museo: “[Decir la verdad sobre esta “cámara de gas”] es muy complicado. Lo veremos más adelante”[10].
Es afortunado que en 1996 dos historiadores de origen judío, el canadiense Robert Jan van Pelt y la estadounidense Debórah Dwork, finalmente denunciaron algunos de los enormes fraudes del campo-museo de Auschwitz, y el cinismo con el que los visitantes han sido embaucados allí[11].
Es, por otra parte, inescrupuloso que la UNESCO (la organización educacional, científica y cultural de las Naciones Unidas) mantenga su patrocinio (establecido en 1979) de un sitio como Auschwitz, cuyo centro sostiene en su fraudulenta “cámara de gas” (para no hablar de otras enormes falsificaciones), una impostura ahora reconocida como tal. La UNESCO (con sede en París y dirigida por Federico Mayor) no tiene derecho a usar las cuotas pagadas por los países miembros para sancionar este enorme timo, que es incompatible con los intereses de la “educación”, la “ciencia” y la “cultura”.
Es afortunado que Jean-Claude Pressac, después de haber sido puesto por las nubes, haya caído en el descrédito. Promocionado por la pareja Klarsfeld, este farmacéutico francés pensó que era sabio mantener una posición intermedia entre aquellos que creen en las cámaras de gas y aquellos que no. Para él, en cierto sentido, la mujer en cuestión no estaba encinta ni no encinta, sino medio encinta y, con el tiempo, cada vez menos y menos encinta. Un autor de textos que se presume que se refieren a las cámaras de gas nazis, pero en los cuales no se encuentra una sola fotografía o dibujo general de uno solo de estos mataderos químicos, este despreciable garabateador, en un tribunal de París, el 9 de mayo de 1995, realizaría una demostración de su total incapacidad para responder las preguntas del juez que presidía la sesión, acerca de cómo, concretamente, funcionaba la máquina de homicidios en masa[12].
Es afortunado que, aunque en ruinas, la “cámara de gas” del Krematorium II en Birkenau (Auschwitz II), muestra evidentemente que nunca hubo un “Holocausto” en ese campo. De acuerdo tanto a las declaraciones del acusado alemán, bajo interrogatorio, como las fotografías aéreas de 1944, “retocadas” por los Aliados, el techo de esta cámara de gas parece haber tenido cuatro aberturas especiales (de alrededor de diez pulgadas cuadradas, se ha especificado), a través de las cuales el Zyklon fue vertido en el interior. Pero como cualquiera puede ver por sí mismo en el lugar, ninguna de las cuatro aberturas existió nunca. Dado que Auschwitz es la capital del “Holocausto”, y que este deteriorado crematorio es el núcleo del supuesto proceso de exterminio de los judíos en Auschwitz, en 1994 dije (y esta frase parece desde entonces haberse hecho popular): “Sin aberturas no hay ‘Holocausto’”.
Es igualmente afortunado que una plétora de “testimonios”, que supuestamente confirman estos gaseamientos homicidas, han sido invalidados de esta manera. Igualmente, es extremadamente deplorable que muchos alemanes hayan sido procesados y condenados, algunos de ellos a muerte, por sus victoriosos adversarios a causa de crímenes que ellos no podrían haber cometido.
Es una buena cosa que, a la luz de procesos que se parecen mucho a mascaradas judiciales, los mismos exterminacionistas expresan dudas sobre la validez de numerosos testimonios. La naturaleza defectuosa de estos testimonios habría sido mucho más obvia si uno se hubiera tomado el trabajo de realizar un examen experto de la supuesta arma del supuesto crimen. Pero en el curso de cientos de juicios relativos a Auschwitz u otros campos, ningún tribunal ordenó esa investigación (la única excepción, muy poco conocida, se realizó en Struthof-Natzweiler, en Alsacia; los resultados de la cual fueron mantenidos ocultos hasta que yo los revelé). Sin embargo, se sabía que un buen número de testimonios o confesiones necesitaban ser verificados y comprobados contra los hechos materiales y que, en la ausencia de estas dos condiciones, no poseen valor como evidencia.
Es afortunado que la historia oficial ha revisado, en orden decreciente en el tiempo —a veces en forma totalmente drástica— el supuesto número de víctimas. Fue sólo después de 40 años de presión revisionista que las autoridades judías y las del Museo Estatal de Auschwitz quitaron las 19 placas que, en 19 diferentes idiomas, anunciaban que el número de víctimas había sido cuatro millones. Luego, les llevó cinco años de disputas internas hasta que se llegó al acuerdo de una nueva cifra de un millón y medio, una cifra que, en cambio, fue muy rápidamente desafiada por los autores exterminacionistas. Jean-Claude Pressac, el protégé [protegido] de Serge Klarsfeld, ha propuesto más recientemente una cifra de 600.000 a 800.000 víctimas judías y no judías durante la toda la existencia del complejo de Auschwitz[13]. Es una lástima que esta búsqueda por la cifra verdadera no sea continuada hasta la probable cifra de 150.000 personas —muchas de ellas víctimas de epidemias— en los cerca de 40 campos del complejo de Auschwitz. Es deplorable que el film “Nuit et Brouillard” (“Noche y Niebla”), en el cual las muertes en Auschwitz son llevadas a nueve millones, continúe siendo exhibido en las escuelas francesas. Este film perpetúa los mitos del “jabón hecho con cadáveres”, o pantallas de lámparas de piel humana, y los rasguños de uñas en los muros de hormigón de las cámaras de gas, hechos por las víctimas agónicas. Más aún, este film proclama que “nada distinguía la cámara de gas de una barraca ordinaria”.
Es una buena cosa que Arno Meyer, un profesor de origen judío de la Universidad de Princeton, escribiera en 1988: “Las fuentes para el estudio de las cámaras de gas son al mismo tiempo raras y no confiables”[14]. Pero, ¿por qué se afirmó durante tantos años que las fuentes eran incontables y confiables? ¿Y por qué se vertió tanto desprecio sobre los revisionistas, quienes desde 1950 habían escrito lo que Arno Meyer afirmó en 1988?
Es una cosa particularmente buena que el historiador francés Jacques Baynac, quien se ha especializado, en Le Monde o en cualquier lugar, en tachar a los revisionistas como falsificadores, debió reconocer finalmente en 1996 que no había, después de todo, evidencia de la existencia de cámaras de gas homicidas. Fue, dijo claramente, “tan penoso decirlo como escucharlo”[15]. Quizás, para ciertas personas, y en ciertas circunstancias, la verdad es “tan penosa decirla como escucharla”. Para los revisionistas, sin embargo, es tan placentero decir como escuchar la verdad.
Finalmente, es afortunado que los exterminacionistas se hayan permitido a sí mismos socavar el tercer y último elemento de la trinidad de la Shoah: la cifra de seis millones de judíos muertos[16]. Al parecer, este número fue establecido inicialmente por el rabino Michael Dov Weissmandel (1903-1956). Residente en Eslovaquia, este rabino fue el principal inventor de la mentira de Auschwitz, basada en los supuestos testimonios de Rudolf Vrba y Alfred Wetzler. Organizó intensivas “campañas informativas” dirigidas a los Aliados, a Suiza y al Vaticano. En una carta del 31 de Mayo de 1944 (esto es, casi un año completo antes del fin de la guerra en Europa), él no se puso límites para escribir: “Hasta ahora seis millones de judíos de Europa y Rusia han sido aniquilados”[17].
Esta cifra de seis millones también fue publicada antes del fin de la guerra en los escritos del judío soviético Ilya Ehrenburg (1891-1967), quizás el propagandista más lleno de odio de la Segunda Guerra Mundial[18]. En 1979, la cifra de seis millones repentinamente fue calificada como “simbólica” (es decir, falsa) por el exterminacionista Martin Broszat durante el proceso a un revisionista alemán. En 1961, Raul Hilberg, el más prestigioso de los historiadores convencionales, estimó que el número de muertes judías durante la guerra había sido 5,1 millones. En 1953, otro de esos historiadores, Gerald Reitlinger, estableció, en cuarto lugar, una cifra de entre 4,2 y 4,6 millones. En realidad, ningún historiador de esa escuela ha ofrecido ninguna cifra basada en los resultados de una investigación. Ha sido siempre el producto de sus propias suposiciones más o menos rigurosas. El revisionista Paul Rassiner, por su parte, propuso la cifra de “cerca de un millón” de muertes judías. Sin embargo, así como él mismo lo señaló, lo hizo sobre la base de cantidades aportadas por el lado oponente. Su cifra también es el resultado de una conjetura.
La verdad es que muchos judíos europeos murieron, y que muchos sobrevivieron. Con los modernos métodos de cálculo sería posible determinar, en cada caso, qué se entiende por “muchos”. De cualquier modo, las tres fuentes desde las cuales debe ser obtenida la información necesaria están, en la práctica, prohibidas a los investigadores independientes o son accesibles sólo con grandes limitaciones:
Primero, la enorme documentación acumulada por el Servicio de Localización Internacional (ITS, International Tracing Service) de Arolsen-Waldeck, Alemania, el cual es responsable ante el Comité Internacional de la Cruz Roja en Suiza. El acceso a este centro es muy limitado, vigilado muy de cerca por un consejo de diez naciones, del cual Israel es un miembro.
Segundo, los documentos retenidos en Polonia y Rusia, incluyendo los registros de muertes de ciertos campos, registros de cremaciones, y cosas así. Sólo una fracción de esos documentos es accesible.
Finalmente, los nombres de los millones de judíos sobrevivientes —en Israel o en docenas de otros países, representados por el Congreso Mundial Judío en Nueva York— quienes han recibido, o están aún recibiendo, indemnizaciones o reparaciones monetarias. Simplemente haciendo una lista de estos nombres se mostraría el grado en el que comunidades, de las que se ha dicho con frecuencia que han sido “exterminadas”, en realidad no han sido verdaderamente exterminadas.
Aún a 52 años después del fin de la guerra, el Estado de Israel estima el número oficial de “sobrevivientes” del “Holocausto” en unos 900.000 en todo el mundo (más precisamente, entrega cifras de entre 834.000 y 960.000)[19]. De acuerdo con un cómputo realizado por el estadístico sueco Carl O. Nordling, a quien presenté la evaluación del gobierno israelí, es posible, postulando la existencia de 900.000 “sobrevivientes” en 1997, concluir que había, al término de la guerra en Europa en 1945, poco más de tres millones de “sobrevivientes”. Aún hoy, una diversa gama de organizaciones o asociaciones de “sobrevivientes” florecen alrededor del mundo. Estas incluyen asociaciones de judíos “résistants” ["resistentes"] veteranos, o ex niños de Auschwitz (esto es, niños judíos nacidos en aquel campo o internados con sus padres a edad muy temprana), de ex trabajadores forzados judíos, y, más simplemente, ex judíos clandestinos o fugitivos judíos. Millones de beneficiarios de “milagros” no logran constituir un “milagro”, sino son el resultado de un fenómeno natural. La prensa estadounidense ha informado frecuentemente de conmovedoras reuniones de familiares, todos ellos sobrevivientes del “Holocausto”, cada uno de los cuales, estamos seguros, estuvieron alguna vez convencidos que su “familia completa” había desaparecido.
Resumiendo, a pesar del dogma y las leyes, la búsqueda de la verdad histórica acerca de la Segunda Guerra Mundial, en general, y acerca de la Shoah, en particular, ha progresado en los años recientes, pero el público general es mantenido en la oscuridad al respecto. Provocaría asombro saber que, desde comienzos de la década de los ’80, los historiadores del Establishment han relegado a la categoría de leyenda muchas de las creencias populares más firmemente sostenidas. Desde este punto de vista, uno puede decir que hay dos niveles del “Holocausto”: por una parte, aquel del grueso público y, por la otra, aquel de los historiadores conformistas. El primero parece ser inquebrantable, mientras el segundo (a juzgar por el número de apresuradas enmendaduras hechas en él) aparece al borde del colapso.
Año tras año (y especialmente desde 1979), las concesiones hechas a los revisionistas por parte de los historiadores “ortodoxos” han sido tan numerosas y de tal calidad que hoy los últimos se encuentran sin salida. No teniendo ya algo de sustancia que decir acerca del “Holocausto”, ellos han entregado la batuta a los productores de películas, novelistas y gente de teatro. Aún la gente de los museos está entre las bajas. En el Museo Conmemorativo del Holocausto de Estados Unidos, en Washington, la “decisión” ha sido no ofrecer al público la vista de “cualquier representación física de las cámaras de gas” (esto está de acuerdo con una declaración hecha a mí, y en la presencia de cuatro testigos en Agosto de 1994, por el director de Investigación del museo, Michael Berembaum. Él es el autor de una guía de más de 200 páginas en la cual, en efecto, no aparece ninguna representación física de las cámaras de gas, sino sólo una miserable y falaz maqueta expuesta a los visitantes)[20]. Está prohibido al público tomar fotografías allí. Claude Lanzmann, productor de “Shoah”, una película destacable por la absoluta falta de contenido histórico o científico, hoy no tiene otro recurso que pontificar deplorando el hecho que “los revisionistas ocupan todo el terreno”[21]. Como Elie Wiesel, él llama a todos a mostrar discreción. Él requiere que no debemos intentar examinar más de cerca, o siquiera imaginar qué ocurría en las cámaras de gas: “Mantengan cerradas las cámaras de gas a los ojos entrometidos y a la imaginación”[22]. Los historiadores del “Holocausto” se han transformado en teóricos, filósofos y “pensadores”. Las riñas entre ellos, entre “intencionalistas” y “funcionalistas”, o entre sostenedores y adversarios de una tesis como la de Daniel Goldhagen sobre la propensión relativamente innata de los alemanes para descender al antisemitismo y a los crímenes racistas, no deben ocultar de la vista la pobreza de su trabajo histórico.
[1] Acerca de las complicaciones en el uso de ácido cianhídrico (y Zyklon) ver: R. Faurisson, "The Mechanics of Gassing" (“La Mecánica del Gaseamiento”), The Journal of Historical Review, Primavera 1980, pp. 23-30; R. Faurisson, "The Gas Chambers of Auschwitz Appear to be Physically Inconceivable" (“Las Cámaras de Gas de Auschwitz Parecen ser Físicamente Inconcebibles”), The Journal of Historical Review, Invierno 1981, pp. 311-317; R. Faurisson, "The Gas Chambers: Truth or Lie?" (“Las Cámaras de Gas, ¿Verdad o Mentira?”), The Journal of Historical Review, Invierno 1981, pp. 319-373, esp. pp. 356-358; B. Kulaszka, ed./ comp., “Did Six Million Really Die?: Report of the Evidence in the Canadian 'False News' Trial of Ernst Zündel” (“¿Murieron Realmente Seis Millones? Informe de la Evidencia en el Juicio Canadiense por ‘Noticias Falsas’ de Ernst Zündel”) (Toronto: Samisdat, 1992), pp. 322-334, 471-489 (incluyendo el "Leuchter Report" (“Informe Leuchter”) y documento de Nuremberg NI-9912).
[2] M. Weber, "Zionism and the Third Reich" (“El Sionismo y el Tercer Reich”), The Journal of Historical Review, Julio-Agosto 1993, pp. 29-37.
[3] Los “bebés judíos [eran] arrojados, vivos, a los crematorios”. Así escribe Pierre Weil, director del instituto francés de encuestas públicas de opinión SOFRES, en su artículo "L'anniversaire impossible" (“El Aniversario Imposible”), Le Nouvel Observateur, 9 de Febrero de 1995, p. 53.
[4] “Además, vale la pena… hacer hincapié que el gueto es históricamente una invención judía”. Nahum Goldmann, “Le Paradoxe juif” (“La Paradoja Judía”) (Paris, Stock, 1976), pp. 83-84. Edición estadounidense: “The Jewish Paradox” (New York: 1978), p. 66. Ver también Pierre-André Taguieff, "L'identité juive et ses fantasmes" (“La Identidad Judía y sus Fantasmas”), L'Express, 20-26 de Enero de 1989, p. 65.
[5] R. Faurisson, "How the British Obtained the Confessions of Rudolf Höss" (“Cómo Obtuvieron los Británicos las Confesiones de Rudolf Höss”), The Journal of Historical Review, Invierno 1986-87, pp. 389-403.
[6] H. Roques, “The 'Confessions' of Kurt Gerstein” (“Las ‘Confesiones’ de Kurt Gerstein”) (IHR, 1989); H. Roques, “Quand Alain Decaux reconte l'histoire du SS Kurt Gerstein” (“Cuando Alain Decaux Volvió a Contar la Historia del SS Kurt Gerstein”) (1998); "French Court Fines Faurisson, Roques for 'Holocaust Denial' Book" (“Tribunal Francés Multa a Faurisson y Roques por Libro ‘Negacionista del Holocausto’”), The Journal of Historical Review, Noviembre-Dicciembre 1995, pp. 13-17.
[7] R. Faurisson, "Genocide by Telepathy, Hilberg Explains" (“Genocidio por Telepatía, explica Hilberg”), The Journal of Historical Review, Enero-Febrero 1999, pp. 15-16.
[8] Ver, por ejemplo, la carta de 1960 de Martin Broszat, en "No Gassing in Dachau" (“No Hubo Gaseamientos en Dachau”) y "Wiesenthal Re-Confirms: 'No Extermination Camps on German Soil'" (“Wiesenthal Reconfirma: ‘No hubo Campos de Exterminio sobre Suelo Alemán’”), ambos en The Journal of Historical Review, Mayo-Junio 1993, pp. 9-12.
[9] Eric Conan, "Auschwitz: la mémoire du mal" (“Auschwitz: la Memoria del Mal”), L'Express, 19-25 de Enero de 1995, p. 68, ver "Major French Magazine Acknowledges Auschwitz Gas Chamber Fraud" (“La Mayor Revista Francesa Reconoce el Fraude de la Cámara de Gas de Auschwitz”), The Journal of Historical Review, Enero-Febrero de 1995, pp. 23-24.
[10] E. Conan, "Auschwitz: la mémoire du mal" (“Auschwitz: la Memoria del Mal”), L'Express, 19-25 de Enero de 1995 (citado más arriba), p. 68. En 1992, esto es, mucho después de “fines de la década de los ‘70”, David Cole, un joven revisionista californiano de origen judío, fue presentado como el descubridor de las falsificaciones de la “cámara de gas” de Auschwitz I. En un video mediocre, él mostraba, por una parte, la versión de los guías del museo (de acuerdo a la cual la cámara de gas es genuina) y, por la otra, que Franciszek Piper, un miembro de la administración del museo (para quien esta cámara de gas es “muy similar” a la original). No había nada nuevo en eso. El problema fue que Cole y sus amigos exageraron grandemente —para decirlo en forma suave— al final afirmando que Piper tenía conocimiento que había sido un “fraude”. Había sido un fraude, ciertamente, pero infelizmente Cole no podía desenmascaralo porque para él estaba muy poco familiarizado con el trabajo revisionista. Él podría haber confundido, definitivamente, a Piper al mostrarle, en la grabación, los planos originales que yo había descubierto en 1975-1976 y publicado “a fines de la década de los ‘70”. Estos muestran llanamente que la hoy supuesta “cámara de gas” es el resultado de cierto número de remozamientos del edificio realizadas después de la guerra. Por ejemplo, los cuatro supuestos “orificios en el techo para hacer entrar el Zyklon B” fueron hechos —en forma del todo tosca y burda— después de la guerra: las barras de la armadura de acero en el hormigón fueron rotas por los comunistas polacos y hoy se mantienen como ellos las dejaron (sobre la grabación de Cole, ver G. Raven, "Dramatic New Videotape Presentation Takes Aim at Key Holocaust Claims" (“Dramática Presentación de Nueva Cinta de Video Apunta a las Afirmaciones Claves del Holocausto”) y, D. Cole , "A Jewish Revisionist's Visit to Auschwitz" (La Visita de un Revisionista Judío a Auschwitz”), ambas The Journal of Historical Review, Marzo-Abril de 1993, pp. 8-13.
[11] R. J. van Pelt and D. Dwork, “Auschwitz, 1270 to the Present” (“Auschwitz, desde 1270 hasta la Actualidad”), (London: Yale University Press, 1996; New York: W. W. Norton, 1996), pp. 363-364, 367, 369. Ver R. Faurisson, "The 'Gas Chamber' of Auschwitz I" (“La ‘Cámara de Gas’ de Auschwitz I”), The Journal of Historical Review, Septiembre-Diciembre 1999, pp. 12-13.
[12] Ver: "French Court Fines Faurisson, Roques for 'Holocaust Denial' Book" (“Tribunal Francés Multa a Faurisson y Roques por Libro ‘Negacionista del Holocausto’”), The Journal of Historical Review, Noviembre-Diciembre 1995, pp. 13-17. Ver "'The Jewish World' Against Pressac" (“’El Mundo Judío’ contra Pressac”), The Journal of Historical Review, Enero-Febrero 1996, p. 41. Tres años más tarde, Pressac fue reducido a escribir: “Así, de acuerdo a las declaraciones de ex miembros del Sonderkommando, debe ser tenido en cuenta con firme certeza que una película sobre los gaseamientos homicidas fue filmada por las SS en Birkenau. ¿Por qué no podría ser encontrada por casualidad [en alguna fecha futura] en el desván o en el sótano de un ex hombre de las SS?”. Fuente: J.-C. Pressac, "Enquête sur les chambres à gaz" (“Investigación sobre las Cámaras de Gas”) en “Auschwitz, la Solution finale” (“Auschwitz, la Solución Final”) (Paris), Collections de L'Histoire, no. 3, Octubre 1998, p. 41.
[13] J.-C. Pressac, “Les Crématoires d'Auschwitz” (“Los Crematorios de Auschwitz”), (CNRS, 1993), p. 148; J.-C. Pressac, “Die Krematorien von Auschwitz” (“Los Crematorios de Auschwitz”) (Piper, 1994), pp. 199, 202. Ver R. Faurisson, "Auschwitz: Facts and Legend" (“Auschwitz: Hechos y Leyenda”), The Journal of Historical Review, Julio-Agosto 1997, pp. 17, 19.
[14] Arno J. Mayer, “Why Did the Heavens Not Darken?: The ‘Final Solution’ in History” (“¿Por Qué los Cielos no se Oscurecieron?: La ‘Solución Final’ en la Historia”) (New York: Pantheon, 1989), p. 362. En este mismo libro, él escribió también: (p. 365): "Además, desde 1942 a 1945, ciertamente en Auschwitz, pero probablemente en forma general, más judíos murieron por causas llamadas ‘naturales’ [inanición, enfermedades, epidemias y exceso de trabajo] que por causas ‘no naturales’”.
[15] Jacques Baynac en Le Nouveau Quotidien (Lausanne), 2 de Septiembre de 1996, p. 16, y 3 de Septiembre de 1996, p. 14. Ver, anticipadamente, Jacques Baynac y Nadine Fresco, "Comment s'en débarrasser ?" ("¿Cómo librarse de ellos?" —esto es, de los revisionistas), Le Monde, 18 de Junio de 1987, p. 2. Ver R. Faurisson, "An Orthodox Historian [Baynac] Finally Admits That There is No Evidence for Nazi Gas Chambers" (“Un Historiador Ortodoxo [Baynac] Admite Finalmente que no hay Evidencia de Cámaras de Gas Nazis”), The Journal of Historical Review, Julio-Agosto 1998, pp. 24-28.
[16] Se ha afirmado a veces que la cifra de los seis millones se originó en un artículo publicado en un diario en… 1919, bajo la firma de Martin H. Glynn, ex gobernador de Nueva York: "The Crucifixion of Jews Must Stop!" (“¡La Crucifixión de los Judíos Debe Detenerse!”) (The American Hebrew, 31 de Octubre de 1919). En este artículo, Glynn hizo un llamado para lograr contribuciones para auxiliar a seis millones de judíos europeos que, según él escribe, estaban siendo sometidos al hambre y persecución, y así estaban experimentando un “holocausto”, una “crucifixión” (un facsímil de parte de este artículo está en The Journal of Historical Review, Noviembre-Diciembre de 1995, p. 31). La palabra “holocausto”, con el significado de “desastre”, es empleada en inglés en una época tan temprana como el siglo XVII. En este uso de 1919, designa las consecuencias de la hambruna, antes mencionada, como un desastre inminente. En 1894, el escritor judeofrancés Bernard Lazare (1865-1903) empleó la palabra al referirse a las masacres de judíos: “…de tiempo en tiempo, reyes, nobles o citadinos ricos ofrecen a sus esclavos un holocausto de judíos… los judíos fueron ofrecidos en holocausto”. B. Lazare, “L'Antisémitisme, son histoire et ses causes” (“El Antisemitismo, su Historia y sus Causas”) (Paris: L. Chailley, 1894; reedición: Paris, La Vieille Taupe, 1985), pp. 67, 71.
[17] Lucy S. Dawidowicz, “A Holocaust Reader” (“Una Antología del Holocausto”) (New York: Behrman House, 1976), p. 327. Las cartas de Weissmandel fueron publicadas en hebreo en Nueva York en 1960 bajo el título “Min hametzar”. Partes de dos de ellas son publicadas traducidas al inglés en “A Holocaust Reader”.
[18] Por este descubrimiento estoy muy agradecido del historiador alemán Joachim Hoffmann. Ver: J. Hoffmann, “Stalins Vernichtungskrieg 1941-1945” (“La Guerra de Aniquilación de Stalin. 1941-1945”), Munich: Verlag für Wehrwissenschaften, 2ª edición, 1995, p. 161, y nota 42 en la p. 169. Hoffmann señala que Ehrenburg entregó aquella cifra en un artículo en las Noticias Soviéticas de Guerra del 4 de Enero de 1945, titulando: “Una vez más: ¡Recordad!”. Mientras trataba de verificar este punto en el Museo Imperial de Guerra de Londres, no encontré nada bajo esa fecha. Sin embargo, encontré el texto mencionado por Hoffmann bajo otro encabezado y otra fecha: “Recordad, Recordad, Recordad”, en las Noticias Soviéticas de Guerra del 22 de Diciembre de 1944, pp. 4-5. En la 5ª edición de “Stalins Vernichtungskrieg 1941-1945” (Munich: Herbig, 1999), ver 183, 193-194, 327, 390-393, incluyendo el facsímil del ensayo de Ehrenburg de las Noticias Soviéticas de Guerra del 22 de Diciembre de 1944.
[19] "Holocaust Survivors" (“Sobrevivientes del Holocausto”), Adina Mishkoff, Asistente Administrativa, AMCHA, Jerusalén, 13 de Agosto de 1997 (las cifras son entregadas por la oficina del primer ministro de Israel).
[20] La miserable y falaz maqueta del museo tiene aberturas en el techo para la introducción del Zyklon (aberturas que, en realidad, nunca existieron), así como pilares supuestamente perforados (los que, como cualquiera puede ver aún hoy, eran sólidos). Esta maqueta fue reproducida en otra guía en 1995: Jeshajahu Weinberg y Rina Elieli, “The Holocaust Museum in Washington” (“El Museo del Holocausto en Washington”) (New York: Rizzoli), pp. 126-127. Por otro lado, esta segunda guía no muestra el “documento” que Berenbaum había presentado en su propia guía de 1993, “The World Must Know” (“El Mundo debe saber”) (p. 138) como una prueba par excellence de la realidad de los gaseamientos homicidas: una supuesta puerta de cámara de gas de Majdanek. Con respecto a esta puerta de “cámara de gas” de Majdanek, ver: R. Faurisson, "The US Holocaust Museum: A Challenge" (“El Museo Estadounidense del Holocausto: un Desafío”), The Journal of Historical Review, Julio-Agosto 1993, pp. 14-17; ver especialmente. p. 16; "Gas Chamber Door Fraudulently Portrayed at US Holocaust Musuem" (“Puerta de Cámara de Gas Fraudulentamente Representada en el Museo Estadounidense del Holocausto”), The Journal of Historical Review, Septiembre-Octubre 1993, p. 39.
[21] Le Nouvel Observateur, 30 de Septiembre de 1993, p. 96.
[22] “All Rivers Run to the Sea: Memoirs” (“Todos los Ríos van a dar al Mar: Memorias”), volumen I (New York: Knopf, 1995), p. 74.
El revisionismo es un asunto de método y no una ideología.
El revisionismo exige, en toda investigación, un regreso al punto de partida, un examen seguido de una re-examinación, re-lectura y re-escritura, evaluación seguida por re‑evaluación, re-orientación, re-visión, re-establecimiento. Es, en su espíritu, lo contrario a una ideología. No niega, pero en cambio apunta a afirmar con mayor exactitud. Los revisionistas no son “negadores” (o, para emplear la expresión francesa, “negacionistas”). Mejor dicho, ellos intentan buscar y encontrar cosas donde, al parecer, no había nada más que buscar o encontrar.
El revisionismo puede ser realizado en un centenar de actividades de la vida cotidiana y en un centenar de campos de investigación histórica, científica o literaria. No cuestiona necesariamente ideas ya establecidas, pero en ocasiones conduce a descalificarlas un poco. Busca desenredar lo verdadero de lo falso. La historia es, en esencia, revisionista; la ideología es su enemiga. Debido a que la ideología es más fuerte en épocas de guerra o de conflicto, y porque entonces aquella produce mentiras en abundancia para cubrir necesidades propagandísticas, el trabajo del historiador en esta área requiere redoblar su vigilancia. En el profundo sondeo dentro de las “verdades” que ha recibido, con frecuencia él debe tener en cuenta que cuando una guerra ha causado decenas de millones de muertes, la primera víctima de ella es la verdad: una verdad que debe ser buscada y re-establecida.
La historia oficial de la Segunda Guerra Mundial comprende una pizca de verdad mezclada con mucho de mentira.
La Historia Oficial: sus Retrocesos Frente a los Avances Revisionistas
Es preciso decir que la Alemania nacionalsocialista construyó campos de concentración; lo hizo mucho después, y también simultáneamente, que un gran número de otros países, todos los cuales estaban convencidos que sus campos podrían ser más humanos que la prisión. Hitler vio en ellos lo que Napoleón III había pensado en la creación de colonias penales: progreso para la humanidad. Pero es falso sostener que Alemania estableció alguna vez “campos de exterminio” (una expresión inventada por los Aliados).
Es preciso decir que los alemanes fabricaron vehículos equipados con motores que usaban gas como combustible (Gaswagen). Pero es falso decir que fueron construidos furgones para gasear personas (si uno solo de estos hubiera existido, se exhibiría en un museo de automóviles, o en alguno de los varios museos del “Holocausto”, al menos en la forma de un dibujo con valor científico).
Es preciso decir que los alemanes emplearon Zyklon (hecho en base a ácido cianhídrico y en uso desde 1922) para salvaguardar, mediante desinfestación, la salud de grandes cantidades de civiles, soldados, prisioneros e internos. Pero ellos nunca usaron Zyklon para matar a nadie, liberando este gas para matar multitudes de seres humanos. A la luz de las draconianas precauciones para el uso de gas cianhídrico, el gaseamiento de presos como supuestamente se efectuó en Auschwitz y otros campos habría sido fundamentalmente imposible[1].
Es preciso decir que los alemanes concibieron una “solución final del problema judío” (Endlösung der Judenfrage). Pero esta solución era territorial (eine territoriale Endlösung der Judenfrage), y no homicida. Era un proyecto para persuadir o, si era necesario, forzar a los judíos a abandonar Alemania y su esfera de influencia europea, para establecer, de acuerdo con los sionistas, un hogar nacional judío, en Madagascar o en otra parte. Con la vista puesta en buscar una solución, muchos sionistas colaboraron con la Alemania nacionalsocialista[2].
Es preciso decir que el 20 de Enero de 1942 se realizó una reunión de funcionarios gubernamentales alemanes en una villa en Wannsee, en las afueras de Berlín, para discutir el problema judío. Pero el tema de sus discusiones fue la emigración forzada o la deportación de los judíos, así como la futura creación de una entidad territorial judía específica, no un programa de exterminio físico.
Es preciso decir que en algunos campos de concentración alemanes había crematorios para incinerar cadáveres. Pero su propósito era combatir las epidemias, no incinerar seres humanos vivos junto a cadáveres, como algunos han osado afirmar[3].
Es preciso decir que muchos judíos experimentaron los sufrimientos de la guerra, de la internación, la deportación, los campos de detención, los campos de concentración, los campos de trabajos forzados, los ghettos; que hubo, por varias razones, ejecuciones sumarias de judíos, que ellos fueron víctimas de represalias o hasta masacres (no hay guerras sin masacres). Pero es igualmente cierto que todos esos sufrimientos fueron los de un gran número de otros pueblos o comunidades durante la guerra y, en particular, de los alemanes y sus aliados (sin contar los sufrimientos del gueto, pues el gueto es una creación exclusiva de los mismos judíos)[4]. Es sobre todo más plausible, para cualquiera que no esté afectado de memoria hemipléjica y busque estar al corriente con los dos lados de la historia de la Segunda Guerra Mundial (esto es, tanto el lado que siempre se muestra como el lado que siempre está oculto), que los sufrimientos de los vencidos durante la guerra y después de esta, fueron, en cantidad y en naturaleza, mucho mayores que los de los judíos y los vencedores, especialmente en lo que se refiere a deportaciones.
Es falso que haya existido, como se ha osado largamente afirmar, orden alguna dada por Hitler o alguno de sus compañeros, para exterminar a los judíos. Durante la guerra hubo soldados y oficiales alemanes que fueron condenados por sus propias cortes marciales, y a veces ejecutados, por haber asesinado judíos.
Es una buena cosa que los exterminacionistas (esto es, aquellos que creen en el exterminio de los judíos) hayan llegado al punto en que ellos mismos ahora admiten que no ha sido encontrado ni un rastro de algún plan, instrucción o documento relativo a una política de exterminio físico de los judíos y que, de manera similar, ellos han admitido finalmente que no ha sido encontrado ni un rastro de presupuesto de empresa funeraria alguna, o un organismo responsable para iniciar un proyecto de este tipo.
Es una buena cosa que los exterminacionistas hayan concedido finalmente a los revisionistas que los jueces del proceso de Nuremberg (1945-1946) aceptaron puras invenciones como verdades, tales como los relatos de jabón hecho con grasa de judíos, de pantallas de lámparas hechas de piel humana, de “cabezas reducidas”, y de gaseamientos homicidas en Dachau.
Es una cosa especialmente buena que los exterminacionstas hayan reconocido finalmente que la más espectacular, la más terrorífica, la más significativa parte de aquel proceso (esto es, la sesión del 15 de Abril de 1946, en el curso de la cual un ex comandante del campo de Auschwitz, Rudolf Höss, testificó abiertamente que, en su campo, millones de judíos habían sido gaseados), fue meramente el producto de las torturas que le fueron infligidas. Su “confesión”, presentada por muchos años y en muchos trabajos históricos como la “prueba” Número Uno del genocidio de los judíos, ahora está consignada al olvido, al menos en lo que concierne a los historiadores[5].
Ha sido afortunado que los historiadores exterminacionistas hayan reconocido finalmente que el famoso testimonio del oficial de las SS Kurt Gerstein, un elemento esencial de su argumentación, es carente de valor. Es repugnante que la Universidad Francesa haya revocado el doctorado de Henri Roques, obtenido por haber demostrado ese hecho en 1985[6].
Es lamentable que Raul Hilberg, el “Papa” del exterminacionismo, se haya atrevido a escribir en la primera edición (1961) de su estudio “La Destrucción de los Judíos Europeos”, que hubo dos órdenes de Hitler para exterminar a los judíos, y más tarde declarara, en 1983, que el exterminio se realizó sin orden o plan, sino a través de “una increíble conjunción de mentes, un consenso, una lectura de mentes realizada por una vasta burocracia [alemana]”. Así fue como Hilberg reemplazó una aserción gratuita con una explicación mágica: la telepatía[7].
Es una buena cosa que los exterminacionistas hayan, finalmente (o lo harán muy próximamente) abandonado la acusación, basada en “testimonios”, según la cual hubo cámaras de gas para ejecuciones en los campos de Ravensbrück, Oranienburg-Sachsenhausen, Mauthausen, Hartheim, Struthof-Natzweiler, Stutthof-Danzig, Bergen-Belsen…[8]
Es una buena cosa que la más visitada “cámara de gas” en el mundo —esto es, Auschwitz I— ha sido al fin (en un artículo de Enero de 1995) reconocida como lo que es: una mentira. Ha sido afortunado que haya sido al fin admitido que “todo en ella es falso”. Personalmente disfruto al saber que un historiador del Establishment escribió: “Al finalizar los ’70, Robert Faurisson explotó estas falsificaciones al máximo cuando la administración del museo [de Auschwitz] se negó a reconocerlas”[9]. Disfruto aún más al saber que los tribunales franceses, en su iniquidad, me condenaron fundamentalmente por afirmar eso.
Es una buena cosa que, en el mismo artículo de 1995, este mismo historiador reveló que una figura tan prominente en el mundo judío como Théo Klein vio en esa “cámara de gas” sólo un “truco” (“artifice”).
También es una buena cosa que, en el mismo artículo, este mismo historiador reveló, primero, que las autoridades del Museo de Auschwitz están conscientes de haber engañado a millones de visitantes (500.000 anuales a comienzos de la década de los ’90) y, en segundo lugar, que ellos, no obstante, continuarán engañando a sus visitantes, para, como dijera el subdirector del museo: “[Decir la verdad sobre esta “cámara de gas”] es muy complicado. Lo veremos más adelante”[10].
Es afortunado que en 1996 dos historiadores de origen judío, el canadiense Robert Jan van Pelt y la estadounidense Debórah Dwork, finalmente denunciaron algunos de los enormes fraudes del campo-museo de Auschwitz, y el cinismo con el que los visitantes han sido embaucados allí[11].
Es, por otra parte, inescrupuloso que la UNESCO (la organización educacional, científica y cultural de las Naciones Unidas) mantenga su patrocinio (establecido en 1979) de un sitio como Auschwitz, cuyo centro sostiene en su fraudulenta “cámara de gas” (para no hablar de otras enormes falsificaciones), una impostura ahora reconocida como tal. La UNESCO (con sede en París y dirigida por Federico Mayor) no tiene derecho a usar las cuotas pagadas por los países miembros para sancionar este enorme timo, que es incompatible con los intereses de la “educación”, la “ciencia” y la “cultura”.
Es afortunado que Jean-Claude Pressac, después de haber sido puesto por las nubes, haya caído en el descrédito. Promocionado por la pareja Klarsfeld, este farmacéutico francés pensó que era sabio mantener una posición intermedia entre aquellos que creen en las cámaras de gas y aquellos que no. Para él, en cierto sentido, la mujer en cuestión no estaba encinta ni no encinta, sino medio encinta y, con el tiempo, cada vez menos y menos encinta. Un autor de textos que se presume que se refieren a las cámaras de gas nazis, pero en los cuales no se encuentra una sola fotografía o dibujo general de uno solo de estos mataderos químicos, este despreciable garabateador, en un tribunal de París, el 9 de mayo de 1995, realizaría una demostración de su total incapacidad para responder las preguntas del juez que presidía la sesión, acerca de cómo, concretamente, funcionaba la máquina de homicidios en masa[12].
Es afortunado que, aunque en ruinas, la “cámara de gas” del Krematorium II en Birkenau (Auschwitz II), muestra evidentemente que nunca hubo un “Holocausto” en ese campo. De acuerdo tanto a las declaraciones del acusado alemán, bajo interrogatorio, como las fotografías aéreas de 1944, “retocadas” por los Aliados, el techo de esta cámara de gas parece haber tenido cuatro aberturas especiales (de alrededor de diez pulgadas cuadradas, se ha especificado), a través de las cuales el Zyklon fue vertido en el interior. Pero como cualquiera puede ver por sí mismo en el lugar, ninguna de las cuatro aberturas existió nunca. Dado que Auschwitz es la capital del “Holocausto”, y que este deteriorado crematorio es el núcleo del supuesto proceso de exterminio de los judíos en Auschwitz, en 1994 dije (y esta frase parece desde entonces haberse hecho popular): “Sin aberturas no hay ‘Holocausto’”.
Es igualmente afortunado que una plétora de “testimonios”, que supuestamente confirman estos gaseamientos homicidas, han sido invalidados de esta manera. Igualmente, es extremadamente deplorable que muchos alemanes hayan sido procesados y condenados, algunos de ellos a muerte, por sus victoriosos adversarios a causa de crímenes que ellos no podrían haber cometido.
Es una buena cosa que, a la luz de procesos que se parecen mucho a mascaradas judiciales, los mismos exterminacionistas expresan dudas sobre la validez de numerosos testimonios. La naturaleza defectuosa de estos testimonios habría sido mucho más obvia si uno se hubiera tomado el trabajo de realizar un examen experto de la supuesta arma del supuesto crimen. Pero en el curso de cientos de juicios relativos a Auschwitz u otros campos, ningún tribunal ordenó esa investigación (la única excepción, muy poco conocida, se realizó en Struthof-Natzweiler, en Alsacia; los resultados de la cual fueron mantenidos ocultos hasta que yo los revelé). Sin embargo, se sabía que un buen número de testimonios o confesiones necesitaban ser verificados y comprobados contra los hechos materiales y que, en la ausencia de estas dos condiciones, no poseen valor como evidencia.
Es afortunado que la historia oficial ha revisado, en orden decreciente en el tiempo —a veces en forma totalmente drástica— el supuesto número de víctimas. Fue sólo después de 40 años de presión revisionista que las autoridades judías y las del Museo Estatal de Auschwitz quitaron las 19 placas que, en 19 diferentes idiomas, anunciaban que el número de víctimas había sido cuatro millones. Luego, les llevó cinco años de disputas internas hasta que se llegó al acuerdo de una nueva cifra de un millón y medio, una cifra que, en cambio, fue muy rápidamente desafiada por los autores exterminacionistas. Jean-Claude Pressac, el protégé [protegido] de Serge Klarsfeld, ha propuesto más recientemente una cifra de 600.000 a 800.000 víctimas judías y no judías durante la toda la existencia del complejo de Auschwitz[13]. Es una lástima que esta búsqueda por la cifra verdadera no sea continuada hasta la probable cifra de 150.000 personas —muchas de ellas víctimas de epidemias— en los cerca de 40 campos del complejo de Auschwitz. Es deplorable que el film “Nuit et Brouillard” (“Noche y Niebla”), en el cual las muertes en Auschwitz son llevadas a nueve millones, continúe siendo exhibido en las escuelas francesas. Este film perpetúa los mitos del “jabón hecho con cadáveres”, o pantallas de lámparas de piel humana, y los rasguños de uñas en los muros de hormigón de las cámaras de gas, hechos por las víctimas agónicas. Más aún, este film proclama que “nada distinguía la cámara de gas de una barraca ordinaria”.
Es una buena cosa que Arno Meyer, un profesor de origen judío de la Universidad de Princeton, escribiera en 1988: “Las fuentes para el estudio de las cámaras de gas son al mismo tiempo raras y no confiables”[14]. Pero, ¿por qué se afirmó durante tantos años que las fuentes eran incontables y confiables? ¿Y por qué se vertió tanto desprecio sobre los revisionistas, quienes desde 1950 habían escrito lo que Arno Meyer afirmó en 1988?
Es una cosa particularmente buena que el historiador francés Jacques Baynac, quien se ha especializado, en Le Monde o en cualquier lugar, en tachar a los revisionistas como falsificadores, debió reconocer finalmente en 1996 que no había, después de todo, evidencia de la existencia de cámaras de gas homicidas. Fue, dijo claramente, “tan penoso decirlo como escucharlo”[15]. Quizás, para ciertas personas, y en ciertas circunstancias, la verdad es “tan penosa decirla como escucharla”. Para los revisionistas, sin embargo, es tan placentero decir como escuchar la verdad.
Finalmente, es afortunado que los exterminacionistas se hayan permitido a sí mismos socavar el tercer y último elemento de la trinidad de la Shoah: la cifra de seis millones de judíos muertos[16]. Al parecer, este número fue establecido inicialmente por el rabino Michael Dov Weissmandel (1903-1956). Residente en Eslovaquia, este rabino fue el principal inventor de la mentira de Auschwitz, basada en los supuestos testimonios de Rudolf Vrba y Alfred Wetzler. Organizó intensivas “campañas informativas” dirigidas a los Aliados, a Suiza y al Vaticano. En una carta del 31 de Mayo de 1944 (esto es, casi un año completo antes del fin de la guerra en Europa), él no se puso límites para escribir: “Hasta ahora seis millones de judíos de Europa y Rusia han sido aniquilados”[17].
Esta cifra de seis millones también fue publicada antes del fin de la guerra en los escritos del judío soviético Ilya Ehrenburg (1891-1967), quizás el propagandista más lleno de odio de la Segunda Guerra Mundial[18]. En 1979, la cifra de seis millones repentinamente fue calificada como “simbólica” (es decir, falsa) por el exterminacionista Martin Broszat durante el proceso a un revisionista alemán. En 1961, Raul Hilberg, el más prestigioso de los historiadores convencionales, estimó que el número de muertes judías durante la guerra había sido 5,1 millones. En 1953, otro de esos historiadores, Gerald Reitlinger, estableció, en cuarto lugar, una cifra de entre 4,2 y 4,6 millones. En realidad, ningún historiador de esa escuela ha ofrecido ninguna cifra basada en los resultados de una investigación. Ha sido siempre el producto de sus propias suposiciones más o menos rigurosas. El revisionista Paul Rassiner, por su parte, propuso la cifra de “cerca de un millón” de muertes judías. Sin embargo, así como él mismo lo señaló, lo hizo sobre la base de cantidades aportadas por el lado oponente. Su cifra también es el resultado de una conjetura.
La verdad es que muchos judíos europeos murieron, y que muchos sobrevivieron. Con los modernos métodos de cálculo sería posible determinar, en cada caso, qué se entiende por “muchos”. De cualquier modo, las tres fuentes desde las cuales debe ser obtenida la información necesaria están, en la práctica, prohibidas a los investigadores independientes o son accesibles sólo con grandes limitaciones:
Primero, la enorme documentación acumulada por el Servicio de Localización Internacional (ITS, International Tracing Service) de Arolsen-Waldeck, Alemania, el cual es responsable ante el Comité Internacional de la Cruz Roja en Suiza. El acceso a este centro es muy limitado, vigilado muy de cerca por un consejo de diez naciones, del cual Israel es un miembro.
Segundo, los documentos retenidos en Polonia y Rusia, incluyendo los registros de muertes de ciertos campos, registros de cremaciones, y cosas así. Sólo una fracción de esos documentos es accesible.
Finalmente, los nombres de los millones de judíos sobrevivientes —en Israel o en docenas de otros países, representados por el Congreso Mundial Judío en Nueva York— quienes han recibido, o están aún recibiendo, indemnizaciones o reparaciones monetarias. Simplemente haciendo una lista de estos nombres se mostraría el grado en el que comunidades, de las que se ha dicho con frecuencia que han sido “exterminadas”, en realidad no han sido verdaderamente exterminadas.
Aún a 52 años después del fin de la guerra, el Estado de Israel estima el número oficial de “sobrevivientes” del “Holocausto” en unos 900.000 en todo el mundo (más precisamente, entrega cifras de entre 834.000 y 960.000)[19]. De acuerdo con un cómputo realizado por el estadístico sueco Carl O. Nordling, a quien presenté la evaluación del gobierno israelí, es posible, postulando la existencia de 900.000 “sobrevivientes” en 1997, concluir que había, al término de la guerra en Europa en 1945, poco más de tres millones de “sobrevivientes”. Aún hoy, una diversa gama de organizaciones o asociaciones de “sobrevivientes” florecen alrededor del mundo. Estas incluyen asociaciones de judíos “résistants” ["resistentes"] veteranos, o ex niños de Auschwitz (esto es, niños judíos nacidos en aquel campo o internados con sus padres a edad muy temprana), de ex trabajadores forzados judíos, y, más simplemente, ex judíos clandestinos o fugitivos judíos. Millones de beneficiarios de “milagros” no logran constituir un “milagro”, sino son el resultado de un fenómeno natural. La prensa estadounidense ha informado frecuentemente de conmovedoras reuniones de familiares, todos ellos sobrevivientes del “Holocausto”, cada uno de los cuales, estamos seguros, estuvieron alguna vez convencidos que su “familia completa” había desaparecido.
Resumiendo, a pesar del dogma y las leyes, la búsqueda de la verdad histórica acerca de la Segunda Guerra Mundial, en general, y acerca de la Shoah, en particular, ha progresado en los años recientes, pero el público general es mantenido en la oscuridad al respecto. Provocaría asombro saber que, desde comienzos de la década de los ’80, los historiadores del Establishment han relegado a la categoría de leyenda muchas de las creencias populares más firmemente sostenidas. Desde este punto de vista, uno puede decir que hay dos niveles del “Holocausto”: por una parte, aquel del grueso público y, por la otra, aquel de los historiadores conformistas. El primero parece ser inquebrantable, mientras el segundo (a juzgar por el número de apresuradas enmendaduras hechas en él) aparece al borde del colapso.
Año tras año (y especialmente desde 1979), las concesiones hechas a los revisionistas por parte de los historiadores “ortodoxos” han sido tan numerosas y de tal calidad que hoy los últimos se encuentran sin salida. No teniendo ya algo de sustancia que decir acerca del “Holocausto”, ellos han entregado la batuta a los productores de películas, novelistas y gente de teatro. Aún la gente de los museos está entre las bajas. En el Museo Conmemorativo del Holocausto de Estados Unidos, en Washington, la “decisión” ha sido no ofrecer al público la vista de “cualquier representación física de las cámaras de gas” (esto está de acuerdo con una declaración hecha a mí, y en la presencia de cuatro testigos en Agosto de 1994, por el director de Investigación del museo, Michael Berembaum. Él es el autor de una guía de más de 200 páginas en la cual, en efecto, no aparece ninguna representación física de las cámaras de gas, sino sólo una miserable y falaz maqueta expuesta a los visitantes)[20]. Está prohibido al público tomar fotografías allí. Claude Lanzmann, productor de “Shoah”, una película destacable por la absoluta falta de contenido histórico o científico, hoy no tiene otro recurso que pontificar deplorando el hecho que “los revisionistas ocupan todo el terreno”[21]. Como Elie Wiesel, él llama a todos a mostrar discreción. Él requiere que no debemos intentar examinar más de cerca, o siquiera imaginar qué ocurría en las cámaras de gas: “Mantengan cerradas las cámaras de gas a los ojos entrometidos y a la imaginación”[22]. Los historiadores del “Holocausto” se han transformado en teóricos, filósofos y “pensadores”. Las riñas entre ellos, entre “intencionalistas” y “funcionalistas”, o entre sostenedores y adversarios de una tesis como la de Daniel Goldhagen sobre la propensión relativamente innata de los alemanes para descender al antisemitismo y a los crímenes racistas, no deben ocultar de la vista la pobreza de su trabajo histórico.
[1] Acerca de las complicaciones en el uso de ácido cianhídrico (y Zyklon) ver: R. Faurisson, "The Mechanics of Gassing" (“La Mecánica del Gaseamiento”), The Journal of Historical Review, Primavera 1980, pp. 23-30; R. Faurisson, "The Gas Chambers of Auschwitz Appear to be Physically Inconceivable" (“Las Cámaras de Gas de Auschwitz Parecen ser Físicamente Inconcebibles”), The Journal of Historical Review, Invierno 1981, pp. 311-317; R. Faurisson, "The Gas Chambers: Truth or Lie?" (“Las Cámaras de Gas, ¿Verdad o Mentira?”), The Journal of Historical Review, Invierno 1981, pp. 319-373, esp. pp. 356-358; B. Kulaszka, ed./ comp., “Did Six Million Really Die?: Report of the Evidence in the Canadian 'False News' Trial of Ernst Zündel” (“¿Murieron Realmente Seis Millones? Informe de la Evidencia en el Juicio Canadiense por ‘Noticias Falsas’ de Ernst Zündel”) (Toronto: Samisdat, 1992), pp. 322-334, 471-489 (incluyendo el "Leuchter Report" (“Informe Leuchter”) y documento de Nuremberg NI-9912).
[2] M. Weber, "Zionism and the Third Reich" (“El Sionismo y el Tercer Reich”), The Journal of Historical Review, Julio-Agosto 1993, pp. 29-37.
[3] Los “bebés judíos [eran] arrojados, vivos, a los crematorios”. Así escribe Pierre Weil, director del instituto francés de encuestas públicas de opinión SOFRES, en su artículo "L'anniversaire impossible" (“El Aniversario Imposible”), Le Nouvel Observateur, 9 de Febrero de 1995, p. 53.
[4] “Además, vale la pena… hacer hincapié que el gueto es históricamente una invención judía”. Nahum Goldmann, “Le Paradoxe juif” (“La Paradoja Judía”) (Paris, Stock, 1976), pp. 83-84. Edición estadounidense: “The Jewish Paradox” (New York: 1978), p. 66. Ver también Pierre-André Taguieff, "L'identité juive et ses fantasmes" (“La Identidad Judía y sus Fantasmas”), L'Express, 20-26 de Enero de 1989, p. 65.
[5] R. Faurisson, "How the British Obtained the Confessions of Rudolf Höss" (“Cómo Obtuvieron los Británicos las Confesiones de Rudolf Höss”), The Journal of Historical Review, Invierno 1986-87, pp. 389-403.
[6] H. Roques, “The 'Confessions' of Kurt Gerstein” (“Las ‘Confesiones’ de Kurt Gerstein”) (IHR, 1989); H. Roques, “Quand Alain Decaux reconte l'histoire du SS Kurt Gerstein” (“Cuando Alain Decaux Volvió a Contar la Historia del SS Kurt Gerstein”) (1998); "French Court Fines Faurisson, Roques for 'Holocaust Denial' Book" (“Tribunal Francés Multa a Faurisson y Roques por Libro ‘Negacionista del Holocausto’”), The Journal of Historical Review, Noviembre-Dicciembre 1995, pp. 13-17.
[7] R. Faurisson, "Genocide by Telepathy, Hilberg Explains" (“Genocidio por Telepatía, explica Hilberg”), The Journal of Historical Review, Enero-Febrero 1999, pp. 15-16.
[8] Ver, por ejemplo, la carta de 1960 de Martin Broszat, en "No Gassing in Dachau" (“No Hubo Gaseamientos en Dachau”) y "Wiesenthal Re-Confirms: 'No Extermination Camps on German Soil'" (“Wiesenthal Reconfirma: ‘No hubo Campos de Exterminio sobre Suelo Alemán’”), ambos en The Journal of Historical Review, Mayo-Junio 1993, pp. 9-12.
[9] Eric Conan, "Auschwitz: la mémoire du mal" (“Auschwitz: la Memoria del Mal”), L'Express, 19-25 de Enero de 1995, p. 68, ver "Major French Magazine Acknowledges Auschwitz Gas Chamber Fraud" (“La Mayor Revista Francesa Reconoce el Fraude de la Cámara de Gas de Auschwitz”), The Journal of Historical Review, Enero-Febrero de 1995, pp. 23-24.
[10] E. Conan, "Auschwitz: la mémoire du mal" (“Auschwitz: la Memoria del Mal”), L'Express, 19-25 de Enero de 1995 (citado más arriba), p. 68. En 1992, esto es, mucho después de “fines de la década de los ‘70”, David Cole, un joven revisionista californiano de origen judío, fue presentado como el descubridor de las falsificaciones de la “cámara de gas” de Auschwitz I. En un video mediocre, él mostraba, por una parte, la versión de los guías del museo (de acuerdo a la cual la cámara de gas es genuina) y, por la otra, que Franciszek Piper, un miembro de la administración del museo (para quien esta cámara de gas es “muy similar” a la original). No había nada nuevo en eso. El problema fue que Cole y sus amigos exageraron grandemente —para decirlo en forma suave— al final afirmando que Piper tenía conocimiento que había sido un “fraude”. Había sido un fraude, ciertamente, pero infelizmente Cole no podía desenmascaralo porque para él estaba muy poco familiarizado con el trabajo revisionista. Él podría haber confundido, definitivamente, a Piper al mostrarle, en la grabación, los planos originales que yo había descubierto en 1975-1976 y publicado “a fines de la década de los ‘70”. Estos muestran llanamente que la hoy supuesta “cámara de gas” es el resultado de cierto número de remozamientos del edificio realizadas después de la guerra. Por ejemplo, los cuatro supuestos “orificios en el techo para hacer entrar el Zyklon B” fueron hechos —en forma del todo tosca y burda— después de la guerra: las barras de la armadura de acero en el hormigón fueron rotas por los comunistas polacos y hoy se mantienen como ellos las dejaron (sobre la grabación de Cole, ver G. Raven, "Dramatic New Videotape Presentation Takes Aim at Key Holocaust Claims" (“Dramática Presentación de Nueva Cinta de Video Apunta a las Afirmaciones Claves del Holocausto”) y, D. Cole , "A Jewish Revisionist's Visit to Auschwitz" (La Visita de un Revisionista Judío a Auschwitz”), ambas The Journal of Historical Review, Marzo-Abril de 1993, pp. 8-13.
[11] R. J. van Pelt and D. Dwork, “Auschwitz, 1270 to the Present” (“Auschwitz, desde 1270 hasta la Actualidad”), (London: Yale University Press, 1996; New York: W. W. Norton, 1996), pp. 363-364, 367, 369. Ver R. Faurisson, "The 'Gas Chamber' of Auschwitz I" (“La ‘Cámara de Gas’ de Auschwitz I”), The Journal of Historical Review, Septiembre-Diciembre 1999, pp. 12-13.
[12] Ver: "French Court Fines Faurisson, Roques for 'Holocaust Denial' Book" (“Tribunal Francés Multa a Faurisson y Roques por Libro ‘Negacionista del Holocausto’”), The Journal of Historical Review, Noviembre-Diciembre 1995, pp. 13-17. Ver "'The Jewish World' Against Pressac" (“’El Mundo Judío’ contra Pressac”), The Journal of Historical Review, Enero-Febrero 1996, p. 41. Tres años más tarde, Pressac fue reducido a escribir: “Así, de acuerdo a las declaraciones de ex miembros del Sonderkommando, debe ser tenido en cuenta con firme certeza que una película sobre los gaseamientos homicidas fue filmada por las SS en Birkenau. ¿Por qué no podría ser encontrada por casualidad [en alguna fecha futura] en el desván o en el sótano de un ex hombre de las SS?”. Fuente: J.-C. Pressac, "Enquête sur les chambres à gaz" (“Investigación sobre las Cámaras de Gas”) en “Auschwitz, la Solution finale” (“Auschwitz, la Solución Final”) (Paris), Collections de L'Histoire, no. 3, Octubre 1998, p. 41.
[13] J.-C. Pressac, “Les Crématoires d'Auschwitz” (“Los Crematorios de Auschwitz”), (CNRS, 1993), p. 148; J.-C. Pressac, “Die Krematorien von Auschwitz” (“Los Crematorios de Auschwitz”) (Piper, 1994), pp. 199, 202. Ver R. Faurisson, "Auschwitz: Facts and Legend" (“Auschwitz: Hechos y Leyenda”), The Journal of Historical Review, Julio-Agosto 1997, pp. 17, 19.
[14] Arno J. Mayer, “Why Did the Heavens Not Darken?: The ‘Final Solution’ in History” (“¿Por Qué los Cielos no se Oscurecieron?: La ‘Solución Final’ en la Historia”) (New York: Pantheon, 1989), p. 362. En este mismo libro, él escribió también: (p. 365): "Además, desde 1942 a 1945, ciertamente en Auschwitz, pero probablemente en forma general, más judíos murieron por causas llamadas ‘naturales’ [inanición, enfermedades, epidemias y exceso de trabajo] que por causas ‘no naturales’”.
[15] Jacques Baynac en Le Nouveau Quotidien (Lausanne), 2 de Septiembre de 1996, p. 16, y 3 de Septiembre de 1996, p. 14. Ver, anticipadamente, Jacques Baynac y Nadine Fresco, "Comment s'en débarrasser ?" ("¿Cómo librarse de ellos?" —esto es, de los revisionistas), Le Monde, 18 de Junio de 1987, p. 2. Ver R. Faurisson, "An Orthodox Historian [Baynac] Finally Admits That There is No Evidence for Nazi Gas Chambers" (“Un Historiador Ortodoxo [Baynac] Admite Finalmente que no hay Evidencia de Cámaras de Gas Nazis”), The Journal of Historical Review, Julio-Agosto 1998, pp. 24-28.
[16] Se ha afirmado a veces que la cifra de los seis millones se originó en un artículo publicado en un diario en… 1919, bajo la firma de Martin H. Glynn, ex gobernador de Nueva York: "The Crucifixion of Jews Must Stop!" (“¡La Crucifixión de los Judíos Debe Detenerse!”) (The American Hebrew, 31 de Octubre de 1919). En este artículo, Glynn hizo un llamado para lograr contribuciones para auxiliar a seis millones de judíos europeos que, según él escribe, estaban siendo sometidos al hambre y persecución, y así estaban experimentando un “holocausto”, una “crucifixión” (un facsímil de parte de este artículo está en The Journal of Historical Review, Noviembre-Diciembre de 1995, p. 31). La palabra “holocausto”, con el significado de “desastre”, es empleada en inglés en una época tan temprana como el siglo XVII. En este uso de 1919, designa las consecuencias de la hambruna, antes mencionada, como un desastre inminente. En 1894, el escritor judeofrancés Bernard Lazare (1865-1903) empleó la palabra al referirse a las masacres de judíos: “…de tiempo en tiempo, reyes, nobles o citadinos ricos ofrecen a sus esclavos un holocausto de judíos… los judíos fueron ofrecidos en holocausto”. B. Lazare, “L'Antisémitisme, son histoire et ses causes” (“El Antisemitismo, su Historia y sus Causas”) (Paris: L. Chailley, 1894; reedición: Paris, La Vieille Taupe, 1985), pp. 67, 71.
[17] Lucy S. Dawidowicz, “A Holocaust Reader” (“Una Antología del Holocausto”) (New York: Behrman House, 1976), p. 327. Las cartas de Weissmandel fueron publicadas en hebreo en Nueva York en 1960 bajo el título “Min hametzar”. Partes de dos de ellas son publicadas traducidas al inglés en “A Holocaust Reader”.
[18] Por este descubrimiento estoy muy agradecido del historiador alemán Joachim Hoffmann. Ver: J. Hoffmann, “Stalins Vernichtungskrieg 1941-1945” (“La Guerra de Aniquilación de Stalin. 1941-1945”), Munich: Verlag für Wehrwissenschaften, 2ª edición, 1995, p. 161, y nota 42 en la p. 169. Hoffmann señala que Ehrenburg entregó aquella cifra en un artículo en las Noticias Soviéticas de Guerra del 4 de Enero de 1945, titulando: “Una vez más: ¡Recordad!”. Mientras trataba de verificar este punto en el Museo Imperial de Guerra de Londres, no encontré nada bajo esa fecha. Sin embargo, encontré el texto mencionado por Hoffmann bajo otro encabezado y otra fecha: “Recordad, Recordad, Recordad”, en las Noticias Soviéticas de Guerra del 22 de Diciembre de 1944, pp. 4-5. En la 5ª edición de “Stalins Vernichtungskrieg 1941-1945” (Munich: Herbig, 1999), ver 183, 193-194, 327, 390-393, incluyendo el facsímil del ensayo de Ehrenburg de las Noticias Soviéticas de Guerra del 22 de Diciembre de 1944.
[19] "Holocaust Survivors" (“Sobrevivientes del Holocausto”), Adina Mishkoff, Asistente Administrativa, AMCHA, Jerusalén, 13 de Agosto de 1997 (las cifras son entregadas por la oficina del primer ministro de Israel).
[20] La miserable y falaz maqueta del museo tiene aberturas en el techo para la introducción del Zyklon (aberturas que, en realidad, nunca existieron), así como pilares supuestamente perforados (los que, como cualquiera puede ver aún hoy, eran sólidos). Esta maqueta fue reproducida en otra guía en 1995: Jeshajahu Weinberg y Rina Elieli, “The Holocaust Museum in Washington” (“El Museo del Holocausto en Washington”) (New York: Rizzoli), pp. 126-127. Por otro lado, esta segunda guía no muestra el “documento” que Berenbaum había presentado en su propia guía de 1993, “The World Must Know” (“El Mundo debe saber”) (p. 138) como una prueba par excellence de la realidad de los gaseamientos homicidas: una supuesta puerta de cámara de gas de Majdanek. Con respecto a esta puerta de “cámara de gas” de Majdanek, ver: R. Faurisson, "The US Holocaust Museum: A Challenge" (“El Museo Estadounidense del Holocausto: un Desafío”), The Journal of Historical Review, Julio-Agosto 1993, pp. 14-17; ver especialmente. p. 16; "Gas Chamber Door Fraudulently Portrayed at US Holocaust Musuem" (“Puerta de Cámara de Gas Fraudulentamente Representada en el Museo Estadounidense del Holocausto”), The Journal of Historical Review, Septiembre-Octubre 1993, p. 39.
[21] Le Nouvel Observateur, 30 de Septiembre de 1993, p. 96.
[22] “All Rivers Run to the Sea: Memoirs” (“Todos los Ríos van a dar al Mar: Memorias”), volumen I (New York: Knopf, 1995), p. 74.
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