La realidad, desde nuestra alma 9
II.6 El Héroe:
No todos los hombres son iguales, ¡claro que no!. Hay seres humanos que participan activamente del arquetipo del héroe, esta fuerza los toma, los eleva a los más altos estratos del ser y luego, como todo héroe, se apaga abruptamente. Sin embargo el héroe es aquél personaje que vive en nosotros y que nos ayuda a seguir el camino aunque todo esté en contra, nos dice que más allá de lo racional, lo importante es la batalla y no el resultado.
La figura del héroe mitológico, en general es presentada como un personaje que no cabe dentro de los cánones aceptados de hombre superior de la sociedad en la que desenvuelve, incluso es mal mirado porque a menudo se trata de un verdadero patán. Sin embargo, la mitología nos enseña que los hombres predestinados nacen en cualquier estrato y que no es la educación, sino que lo “que se lleva adentro”, lo que realmente cuenta para triunfar en el camino. Así, Siegfried es educado por un herrero y gusta de la vida salvaje, Parzival es un huérfano criado en el bosque y que no sabe nada de caballería, Arturo mismo es criado como escudero de su hermanastro. Por lo tanto, no es la cultura enciclopédica la que es capaz de dar a luz a un héroe, es su propio valer.
Otra característica es que el héroe normalmente debe forjarse a sí mismo, Parzival se ve obligado a aprender sobre la marcha las virtudes y habilidades de un caballero, aprende en un mes lo que a los otros les lleva años. Lo mismo con Arturo, jamás criado para convertirse en rey, debe aprender en cuestión de días, lo que necesita para gobernar una nación. Siegfried, que nunca había aprendido el arte de la herrería, se ve obligado a rehacer, él solo, la espada Nothung, pues sólo él puede recuperar lo que estaba hecho pedazos. Aquí hay un secreto escondido: nadie puede unir por nosotros aquello que en nuestro interior está escindido. NO hay recetas ajenas, no hay magias ajenas, el arte regio procede de nuestro interior.
¡Qué diferencia con el hombre común! Los hombres comunes se ven obligados a aprender durante años una técnica, perfeccionarla día a día, mientras día a día también, olvidan la mitad de lo que aprenden. El héroe no, a él le es connatural la habilidad.
Todo verdadero héroe debe pasar una o varias pruebas en las que debe enfrentarse a sí mismo, a sus mayores temores. La típica visita al infierno, la muerte iniciática, la lucha con un animal mitológico, son elementos que son necesarios para la transformación del héroe, de ser humano a ser divino o semidivino. l ejemplo más claro en el Occidente cristiano es el descenso de Cristo a los infiernos, desde los cuales surge victorioso. Otros ejemplos son también Wothan, que debe crucificarse e el Ygdrassil y herirse a sí mismo para encontrar la sabiduría. Ulises debe bajar también a los infiernos para encontrar su camino. Hay un punto en que todo héroe sufre el peligro de muerte si no es capaz de superar la prueba.
Luego viene el triunfo, la consagración, la conquista de Grial, del Tesoro de los Nibelungos, la construcción de Camelot, etc. Todo ha llegado a su punto cúlmine, toda meta ha sido cumplida. Es entonces que empieza el descenso del héroe, su figura se empequeñece en el mar de la envidia, de la traición, como en el Rienzi de Wagner, y finalmente el héroe debe morir. Normalmente su muerte es brusca y durante su juventud, o por lo menos mientras aún es capaz de mantenerse en combate. No hay héroes que mueran en el lecho de anciano.
La figura del héroe es la que nos ayuda cada día a reforjarnos a nosotros mismos, es el arquetipo que bulle por saltar de la cama un día e ir a combatir en guerras idílicas, es el que nos hace inmolarnos en aras de un ideal. Pero por esto mismo es un arquetipo peligroso, pues nosotros no vivimos en el mundo heroico, vivimos en el mundo rutinario de nuestras vidas mínimas. Un acto heroico puede conllevar la muerte real de la persona y ello no es el objetivo que buscamos ¿cierto? Por lo menos no aún...Sin embargo, sin esa cuota de heroísmo, nuestra vida se vuelve vacía, acomodaticia, rancia, pues le falta la frescura del peligro, del lanzarse a toda costa, aún contra todo cálculo.
Una de las razones de la abundancia de grupos de jóvenes que deambulan por las calles en grupos que practican la violencia, el hecho de que los niños se vuelquen hacia los héroes de TV, del cine o de juegos de computadora, es lo chato de nuestras vidas. Nuestra sociedad no permite a los niños y jóvenes ser héroes, de hecho las voces pacatas y burguesas ponen el grito en el cielo cuando la juventud realiza actos violentos y no entienden por qué de esto si la violencia “no es connatural al hombre moderno”. Pues esto es una gran mentira, los jóvenes no quieren más dinero, más autos o carreras profesionales exitosas, los jóvenes quieren ideales por los cuales entregarse por entero y morir si es posible por ellos. Los jóvenes no tienen claro cuáles pueden ser estos ideales y por ellos son llevados por la ola de turno y sacrifican sus vidas, su libertad en estupideces, pero la culpa la tiene nuestra sociedad cobarde, chata y burguesa.
Si a la juventud se l diera la oportunidad del heroísmo, si se comprendiera que la violencia es necesaria y se aprendiera a encauzarla, en vez de andar gritando como vieja histérica y amenazar a cada rato con las demanda judiciales, nuestra sociedad sería mejor. Pero nuestra sociedad se ha vuelto cobarde y timorata, pues hoy todo se ve a través de los abogados, de lo comercial, de las compensaciones económicas. Hoy una afrenta no recibe un buen golpe en el rostro, recibe una demanda.
NO es posible detener la violencia juvenil pues los jóvenes quieren ser detenidos, enfrentados, golpeados, para poder decir que hicieron algo en sus vidas , algo más que simplemente ganar dinero y llevar una vida mediocre. Hay héroes dispuestos a surgir en muchos jóvenes, en la mayoría, pero están siendo aplastados, transformados en delincuentes o en economistas y abogados, que es lo mismo que ser delincuente, pero cobardes.
0 Comments:
Publicar un comentario
<< Home