¿CUÁNTO VALE EL SHOW?
Es cierto, ha habido ataques ejecutados por hombres y mujeres que se autoinmolan. El sistema ya ha establecido la equivalencia entre “musulmán” y “terrorista”, aceptado mansamente por las masas, tal como acepta otras consignas tales como las de la economía capitalista. Un somero análisis psicológico, sin embargo, da por tierra con la pretendida conspiración para derribar en vuelo al menos diez aviones de pasajeros que se dirigirían ayer, 10 de agosto, desde Londres a Estados Unidos el día de ayer. Se “informó” que 24 personas estaban detenidas por preparar el atentado, que se habían “encontrado” cintas de video en las cuales algunos de ellos se despedían de sus familiares, etc., etc., etc. ¿Quién se puede inmolar? ¿Quién podría creer que las circunstancias que lo rodean podrían mejorar a través de su sacrificio? Porque no se trata de suicidios producto de una depresión psicológica profunda. Ciertamente, no. ¿Quiénes ya se han inmolado? En forma rápida surge una respuesta preliminar: palestinos y chechenios. ¿Qué tienen en común? Son musulmanes. Y hasta allí llega el análisis que satisface a las masas. Claro, también pueden tener en común la anatomía, o las funciones cerebrales, o los pasatiempos, si es que los tienen, o cualquier requisito que cualquier ser humano cumple. Los hombres y mujeres que se han inmolado para golpear al enemigo han vivido toda su vida en contacto con la muerte, han visto morir a padres, madres, hermanos, hijos; han visto morir a sus parientes ignominiosamente, han vivido cada día a la espera de la propia muerte, humillados, aplastados, impotentes ante la matonería de israelíes y rusos. ¿Qué más podrían perder? Pero ciudadanos británicos de origen pakistaní, musulmanes tal vez, criados y muchos de ellos nacidos en medio de una sociedad que en general tolera las diferencias raciales, disfrutando de la abundancia de bienes materiales, insertos en una sociedad que ama el placer, el hedonismo, el entretenimiento. Y, casualmente, el asunto le viene de anillo al dedo a Bush II, quien inaugura el nuevo término oficial de la propaganda mundialista: su enemigo son ahora los “fascistas islámicos”. No está de más releer a Orwell y su “1984”. En este caso el lobo parece cerdo, huele como cerdo, corre como cerdo, chilla como cerdo, pero el Hermano Mayor ya anunció que se trata de un lobo. A otro perro con ese hueso.
Hoffmann
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