Welsungsraum

"Hazte fuerte en los viejos sueños para que nuestro mundo no pierda la esperanza". Ezra Pound "Ich lehre euch den Übermenschen. Der Mensch ist Etwas, das überwunden werden soll. Was habt ihr getan, ihn zu überwinden?". Nietzsche

Nombre: Welsung

martes, junio 27, 2006

La realidad, desde nuestra alma 12



III.2 Yo, mis antepasados y los aborígenes europeos

En esta incesante búsqueda de cosas verdaderas, tenemos que ser lo más francos posibles en cuanto a la realidad de nuestra existencia. Es difícil encontrar gente que pueda rastrear sus antepasados más allá de un par de generaciones, sobre todo en Hispanoamérica. Sin embargo, atendiendo a que “lo primero que se pierde son las características fenotípicas”, de acuerdo a Alfred Rosemberg, entonces tendríamos que usar estas características como criterio mínimo de clasificación dentro de los pueblos humanos.

Por otro lado, no hay duda de que pertenezco a mi familia, de modo que aún puedo hacerme un mejor cuadro de mi pertenencia si miro la fenotipia media de mis antepasados. Es mejor mirar desde una generación para atrás, pues en los últimos años se ha producido una gran mezcolanza que a veces confunde más que aclara.

En mi caso particular, temdría que decir que no existen indicios de amerindios ni negros ni asiáticos en mi familia, por lo tanto si existe una tal sangre en mí, debe ser minúscula. Por otro lado, tampoco puedo observar una abundancia de caracteres nórdicos, a pesar de algunas cabelleras rubias y ojos verdes. Por ello, si tuviera que hacer una rápida clasificación de mi familia, tendría que decir que debe provenir, en su mayoría, de pueblos europeos del centro sur, sur de Alemania, Italia, España, etc.

¿Por qué es importante determinar esto? Pues bueno, creo firmemente que las culturas, los idiomas, las creencias, las formas de ver el mundo no son azarosas; que en cada pueblo se han dado características muy particulares de expresión de los sentimientos, inteligencia, etc. Por ello me interesa recuperar lo que es originario en mí, aquello a lo que mis genes contribuyeron a formar. Recordemos que yo puedo tener unos cuarenta años de existencia, pero mi información genética tiene cientos de miles de años, y en buenas cuentas yo soy mi genética desarrollándose en un ambiente exterior.
Entonces, al determinar mi pertenencia, por ejemplo, me queda claro que para mí la música amerindia, latina, más allá de su belleza estética, me es realmente ajena. Eso, aunque haya nacido rodeada por ella. Del mismo modo no me puedo engañar y pensar que soy descendiente directo de vikingos, por ello vestirse como uno de ellos sería una estafa a mi propia realidad y sólo un juego de disfraces.

Si tuviera que hilar más fino en el origen de mi genética, tendría que llegar a Hispania, en realidad, a la que debió ser la Gotia en la actual España. Dados los caracteres fenotípicos de mi familia (mi hija incluida), tendría que sentirme relacionado con los godos del siglo X que fundaron las primeras dinastías en la península. Claro, decir godo no es decir mcho, pues bajo ese nombre se incluyen una serie de tribus qu se establecieron a lo largo y ancho de Europa.pero por lo menos ya tengo una definición más clara de lo que soy: descendiente de europeo.

Alguien podría preguntar: ¿y qué importa eso? Sin embargo lo más probable es que los que así preguntan, hayan participado en movimientos, marchas, juntado firmas, etc., apoyando el orgullo de los descendientes de apaches, aymarás, mapuches, y un largo etc. Pues aquí también se nos engaña siempre. Según la propaganda del sistema, los únicos que pueden declarar con orgullo su ascendencia son los hijos de los pueblos no europeos, sobre todo los amerindios. ¡Pero en Europa también hubo oborígenes! ¿O se supone que los pueblos europeos eran invasores extraterrestres?
Los pueblos de Europa también son pueblos originarios de sus tierras y como tales también sufrieron invasiones y reaizaron conquistas, ¡como todos! Europa fue invadida por los mongoles, hunos, árabes, etc y realizó invasiones hacia otras tierras, como todos los pueblos han realizado en la historia. Mucho se habla de los abusos de los europeos por haber venido a América y conquistar a los pueblos originarios de acá, pero nadie se acuerda que los pueblos “originarios” no lo son tanto, pues también ellos llegaron uno miles de años antes provenientes de Asia, y que tampoco eran muy libres pues en general estaban bajo el yugo de otros pueblos locales. La destrucción de los imperios Azteca e Inca, fue el fin de imperios que mantenían bajo la esclavitud a otros pueblos de la región, luego no hay más culpa en el europeo que en el inca.

Pero volviendo al tema central, uno debe tratar de distinguir que la cultura hoy conocida como europea no lo es tal, pues algo ocurrió en los primeros siglos de la era cristiana. La balanza de intercambio cultural, religioso y étnico estaban más o menos equilibradas hasta aquella época entre Occidente y Oriente; sin embargo, con la expansión del cristianismo y su dios exclusivo, sangriento y celoso, ocurrió la debacle de las culturas originarias de Europa. Aquél que no se convertía era simplemente quemado, su pueblo arrasado, y su progenie eliminada de la faz de la Tierra. De este modo, para seguir buscando, tendremos que mirar lo que quedó después de esta expansión a sangre y fuego, con mucho cuidado y separar lo originario de lo impuesto. Tendremos que ir más allá del cristianismo, antes, mucho antes.

martes, junio 20, 2006

La realidad, desde nuestra alma 11


III.1 Derribando mitos.

Después de comprobar que existimos, y que además existe todo un rico mundo en nuestro interior; de ver que existen cosas que vemos y otras que actúan desde las sombras de nuestro ser, tenemos que avocarnos a la realidad que nos rodea. En este momento tenemos que atestiguar además, que existen alrededor nuestro cosas que son profundamente reales, naturales, que existen por sí mismas, y otras que son artificiales, pasajeras, cuestiones de moda más o menos extendida en el mundo que bulle en nuestro entorno.

Para buscar el verdadero camino, tendremos que ir eliminando todo lo superfluo, para ir descubriendo aquello que es intensamente e irrefutablemente real; ir desechando todos aquellos elementos que son contingentes y que no tienen más importancia que una brisa pasajera.

Comezaremos con algo vital, nuestra pertenencia a la comunidad que nos rodea.

Cuando decimos que somos chilenos, argentinos, peruanos, etc., no estamos dando una verdadera definición de nuestra realidad. Para el caso de los países hispanoamericanos y también para algunos países europeos, mucho más para los estadounidenses, el hablar de una nacionalidad puede no pasar de un accidente geográfico. En Chile, por ejemplo, es chileno cualquier persona que nazca en este país, aunque su familia no haya estado más de cinco minutos en nuestro territorio y no comparta ni siquiera el lenguaje medio. Por otro lado, el territorio que define la nacionalidad es una cuestión arbitraria; ha cambiado con la historia y muchas veces no coincide con realidades etnicas o culturales.

De hecho, aún los más patriotas tendrían que aceptar que la realidad de los países tal y como los conocemos hoy en día, son la consecuencia de una moda burguesa y masónica imperante en los años posteriores a la Revolución Francesa, cuando era muy bien mirado andar fundando repúblicas por todos lados. La base de esta moda estaba en la pretensión filosófica de que las comunidades humanas no son más que convenios, contratos sociales, como diría Rousseau. Por lo tanto cualquier grupo humano puede darse una legalidad e institucionalidad, definir un territorio en base a acuerdos o conquistas y de ahí para adelante formar un país.

Supuestamente este modelo liberal, republicano, es el germen de una sociedad justa y humana, en el sentido actual del humanismo. Sin embargo, revisar la historia de las formaciones de las repúblicas es asistir al catastro de todas las etnias que han desaparecido, de todas las comunidades étnicas y culturales ancestrales que han desaparecido en pos de este nuevo ideario republicano. Ciertamente podemos culpar al cristianismo, a las ambiciones de los europeos, al racismo(estilo anglo), que arrasaron con los pueblos llamados originarios en América. Pero detrás de todas esas fuerzas latía pujante, brioso y asesino, el desprecio por las razas, por su especificidad, por sus derechos, por su singularidad esencial. Todo en beneficio de un supuestamente superior ideal burgués, legal, institucionalizado.

Pero no sólo los pueblos americanos sufrieron el azote de esta idea. Los países europeos también pueden dar cuenta de esta manipulación de sus realidades, y desde mucho antes en la historia. La mejor muestra de esto es el desmembramiento de países artificiales como Yugoslavia, la verdaderas guerras civiles que han enfrentado al sur y el norte de Francia, desde el enfrentamiento entre Francos y Visigodos hasta la Francia libre y colaboracionista de la Segunda Guerra Mundial; la particular y difícil situación de la unidad de España e Inglaterra, etc. Para qué hablar de los países que se inventaron con el cristianismo, el cual arrasó con cientos de miles de personas que no querían aceptar esta idea extraña en sus tierras. Ellos fueron quemados, asesinados, y sus tierras tomadas por los poderosos del momento para constituir ducados, condados, etc, que en general agrupaban a la gente más disímil sólo para la grandeza de algún aristócrata ricachón que podía pagar a los mercenarios que lo mantenían en el poder.

He aquí entonces que nos enfrentamos a una dura realidad, mi nacionalidad no me define, mi nacionalidad es artificial y el concepto mismo fue inventado por una idea burguesa, apoyada por un interés de poder de grupos que financiaron las revoluciones contra los poderes monárquicos a fines del siglo XVIII.

¿Qué es real entonces, quién soy yo? ¿importa saber a qué agrupación humana pertenezco?

La respuesta primera es que sí, importa saber la agrupación humana a la que pertenezco pues no somos esporas que aparecen por arte de magia en el mundo. Cualquier biólogo y o psiquiatra honrado les dirá que cada uno de nosotros es más sus antepasados que el ambiente que los rodea. No se dejen engañar por la moda ambientalista que surgió para negar al Nacionalsocialismo. Quiéralo o no, la ciencia día a día reecuentra el valor de la herencia genética. De no ser así, ¿por qué los esfuerzos por la vía de la ingeniería genética y no por la ingeniería social? Porque en el fondo los que manejan el poder saben que para mejorar a una persona humana, hay que mejorar su genética. El medio trabaja sobre esta base, no sobre el vacío, como lo haría una divinidad mitológica.

Si conozco mi herencia, conoceré la base de mis comportamientos psicológicos, de mi estructura corporal, de mis capacidades, etc. Somos animales, somos entidades biológicas, lo queramos o no. Con todos nuestros discursos modernistas, igualitarios, místicos, etc. No podemos evitar que las mismas leyes que rigen para los caballos, leones, monos, etc, rijan nuestra realidad físico-biológica. Lo demás es ceguera antropocentrista , una moda que le da dinero y poder a ciertos grupos oligárquico y nada más. De ahí la importancia de conocer qué soy. Lo que haga con esta herencia definirá quién soy.

En el próximo capítulo veremos cómo definir la respuesta a la pregunta de quién soy.

lunes, junio 12, 2006

La supuesta amenaza iraní


Saliéndome un poco del esquema de este blog, voy a publicar las opiniones de otra persona, que por ser públicas el darlas a conocer no peca de infidencia y, por ser de autoría de un intelectual judío, no pecan de parcialidad. En todo caso como corre sangre palestina por mis venas, quiero destacar una realidad que se desprende de estas líneas: Los judíos no se ven a sí mismos como una religión más, como lo predican a los cuatro vientos en todo el mundo, de ser así habrían aceptado formar un estado laico con al menos tres religiones: judía, musulmana y cristiana. Pero no, ellos se ven a sí mismos como una etnia, como una raza "elegida" y están dispuestos a borrar de la faz de la Tierra a todos aquellos que se opongan a los designios dictados por su divinidad violenta, vengativa y sangrienta, como lo demuestra su propia historia en el Antiguo Testamento.

La supuesta amenaza iraní
El punto de vista de un intelectual judío
Israel Shamir*


Red Voltaire: 7 de junio, 2006 / CSCAweb: 9 de junio, 2006

"En este nuevo universo colectivamente imperialista, los Estados Unidos son el brazo que instrumenta el nuevo colonialismo, mientras que la cabeza, la ideología, la suministra un amplio sindicato que unifica y coordina a la mayoría de periódicos y redes de influencia tanto de derecha como de izquierda, desde Madrid hasta Moscú y desde Texas hasta Tombuctú, no obstante sus alardes de competición y rivalidades."
"Irán encarna la mayor amenaza desde los nazis", dijo el ministro de defensa israelí Shaul Mofaz, según The Guardian; "el mundo no debe esperar": desde Hitler, nosotros los judíos nunca hemos confrontado una amenaza tan grande como la que reprensenta Mahmud Ajmadineyad, quien "una vez más ha escandalizado al mundo entero al recomendar la reinstalación de los judíos israelíes en Europa"...
¡Qué difícil complacer a esa gente! En los años 1930, Hitler preconizaba la instalación de los judíos fuera de Europa. ¿Qué hicieron entonces los judíos? Le declararon la guerra. Hoy en día, Ajamdineyad invita a reinstalar a los judíos en Europa. ¿Qué hacen los judíos? Una vez más, replican con toques de guerra...
Pero bien puede ser que le haya fallado la puntería a The Guardian en su reportaje, y lo escandaloso sea, en realidad, el hecho de que los europeos les encajasen a los palestinos la tarea de albergar, contra su voluntad, a estos huéspedes complicados.
Como quiera que sea, me permito una opinión divergente: el presidente [iraní] Ajmadineyad es la mayor amenaza después de Gérard de Nerval, aquél poeta francés llameante, que paseaba una langosta atada con un lazo azul, como otros llevan su perro, en los jardines del Palais Royal, con el propósito de "épater le bourgeois" [impresionar a los burgueses]. ¡Alma poética, en verdad, la de este "enfant terrible" [niño terrible] como ninguno.
Ajmadineyad quiso despertarnos de nuestra interminable siesta digestiva. ¿Qué culpa tienen los iraníes si "judío" es la única palabra mágica que nos saca de nuestra modorra? Las picardías sexuales ya no lograrían conmover a un niño recién egresado de su clase de prevención del sida.
Un ataque contra el cristianismo recibiría el aplauso de los innegables maestros del pensamiento europeo, Señores Sauerkraut y Finkelkrot. En esta edad post-moderna en que los Monólogos de la Vagina han entrado al repertorio de las funciones de matinée en los teatros, no es tan fácil epatar a una burguesía hastiada de todo.
Si Ajmadineyad llamase a la instalación de seis millones de musulmanes europeos fuera de Europa, no suscitaría ni un pestañazo, salvo la protesta de Oriana Fallaci y el Sr. Le Pen (extremista y racista francés, político y candidato a la presidencia de Francia para 2007), que tal vez lo calificarían de plagio.
Si llamásemos a borrar a Francia del mapa, los franceses ni siquiera se levantarían del asiento, pues consideran que ya rigen, en Bruselas, las directivas en este sentido.
Yo admiro a Ajmadineyad. No en cuanto político, pues dejo a los iraníes evaluar sus méritos; tampoco en cuanto predicador: se lo dejo a los musulmanes. Pero sí como auténtico poeta que desenmascara nuestra hipocresía, y degüella a nuestra última vaca sagrada.
Esta es la única explicación posible para sus hechos y dichos, pues los iraníes no tienen el menor motivo para interesarse por el holocausto judío. Nadie les acusa por ello, ni siquiera el Sr Yehuda Bauer del Instituto del Memorial de Jerusalén, propenso a la acusación del mundo entero por haber fallado en salvar a los judíos.
Los persas, desde Ciro hasta Hosroes y el último Sha Resa Palavi, siempre han sido benévolos con los judíos, e incluso en estos días de locura hay una numerosa y próspera comunidad judía en Irán. Ajmadineyad habló del Holocausto como Hillary partió a la conquista del Everest: simplemente porque lo ve como un desafío.
Los inocentes historiadores revisionistas estaban tan excitados, cuando empezó a coquetear con la idea de "destapar al fin la verdad". Prepararon sus pesados libracos y diagramas sobre consunción por el gas y temperatura de los cuerpos. Pero a Ajmadineyad le importa la realidad de los sucesos de la segunda guerra mundial tanto como a Nerval le importaba amaestrar a su langosta.
Aceptar el dogma del Holocausto es un signo de sometimiento al eje Tel Aviv - New York, un signo del nuevo colonialismo. Ajmadineyad lo rechaza de la misma manera que san Pablo se negó a acatar los viejos mandamientos rituales según Noé: no porqué San Pablo quisiera compartir los sacrificios paganos, sino que no quería recibir órdenes de los judíos.
Los dirigentes europeos, dóciles para apoyar a criminales de guerra comprobados -como George W. Bush, asesino de innumerables iraquíes, afganos y árabes a tutiplén, o Shaul Mofaz, que se cargó a una niña de ocho años (entre centenares de otras muertes) en Gaza sitiada la semana pasada- dócilmente pues, expresaron su indignación. No protestaron cuando Israel bombardeó y masacró a Gaza indefensa. Cuando los políticos israelíes amenazaron convertir a Irán en "desierto radioactivo", no lo consideraron "incitación al genocidio".
Por todo esto, el presidente Ajmanideyad, con su desafío, ha salvado el honor de la raza humana, como sólo un poeta puede hacerlo. Admiro a Irán, por el carmín de sus rosedales y el azul de sus viejas mezquitas, por la belleza arrobadora de sus mujeres, de negras pestañas y negro chador que resaltan su tez alba y luminosa.
Admiro a Irán por sus pinturas maravillosas, que sobrevivieron los estragos iconoclastas. Admiro a Irán por la sutileza espiritual de sus poetas, que supieron vincular su amor por las mujeres con la adoración de Dios en un mismo canto, lo mismo que se da en el Cantar de los Cantares. Rumi y Jami, Sa'adi y Ferlusi, Hafiz y Omar Khayan están entre los poetas más audaces y sinceros que agraciaron este planeta nuestro.
Ajmadineyad es heredero de su tradición, y es un atrevido burlador de nuestra hipocresía, es el muchacho que supo ver lo que había detrás del nuevo traje del emperador. Aun si el yanki pulverizase a este endemoniado, e hiciera polvo los jardines de Shiraz como lo hizo una vez con los capullos de Nagasaki, nos sentiremos orgullosos de Ajmadineyad, aquél contemporáneo nuestro que tuvo la osadía de pisarle el rabo al tigre.
La reacción de Estados Unidos y Europa ante el programa nuclear iraní fue la del dueño de esclavos Simon Legree en La Cabaña del Tío Tom, cuando se entera de que un esclavo se fugó. ¿Cómo se atreve este moreno con los juguetes del amo?
Sus frases huecas sobre la "amenaza iraní" va dirigida a los ignorantes, pues Irán jamás ha atacado a una nación europea desde las guerras por el control de Anatolia, en el siglo V antes de Cristo; mientras que los imperialistas europeos ocuparon y dominaron a Irán, en fecha tan reciente como 1942, y por testaferros en 1953, cuando derrocaron a Mosadek, elegido democráticamente, y reanudaron su control sobre esta antigua nación.
Es cierto, el colonialismo al estilo antiguo ha muerto. Inglaterra no puede gobernar en Irak, ni Francia en Argelia, pero el nuevo colonialismo colectivo, el del núcleo imperialista de los países occidentales altamente industrializados sobre el resto del mundo no es nada mejor.
Los antiguos amos han decidido unir sus recursos y poderes para administrar juntos a sus esclavos de antaño. Se apartaron del modelo ateniense según el cual el ciudadano tenía un esclavo, para adoptar el modelo de Esparta, donde los esclavos les pertenecían a todos los espartanos.
En este nuevo universo colectivamente imperialista, los Estados Unidos son el brazo que instrumenta el nuevo colonialismo, mientras que la cabeza, la ideología, la suministra un amplio sindicato que unifica y coordina a la mayoría de periódicos y redes de influencia tanto de derecha como de izquierda, desde Madrid hasta Moscú y desde Texas hasta Tombuctú, no obstante sus alardes de competición y rivalidades.
Este sindicato es la base real del poder de aquello que dos universitarios estadounidenses, John Mearsheimer de Chicago, y Stephen Walt de Harvard (M&W para acortar) han dado en llamar educadamente el "lobby israelí en Estados Unidos", aunque en realidad persiguen otra cosa más allá del Estado israelí. Sin dejar de aprobar plenamente el desafío de M&W, diríamos que han minimizado el problema, lejos de exagerarlo, pues se trata de un fenómeno global, y no local, limitado a los Estados Unidos.
La temible AIPAC no es más que la punta visible del iceberg debajo del cual yacen kilómetros de hielo sólido: los dueños de los medios masivos, los jefes de redacción y sus mandarines, los maestros del discurso, en total. Como por arte de magia, la crisis iraní de golpe lo ha hecho saltar a la vista de todos: unánimemente han puesto el grito en el cielo, como la legión de los demonios en la sinagoga de Cafarnaún, en respuesta a las palabras de Cristo.
En su estimulante discurso, dijo Ajmadineyad: "la amplia red del sionismo lleva décadas al servicio de los imperialistas". Aquí se podría abrir un debate acerca de cuál de los dos sirve al otro, los sionistas o los imperialistas. Es un caso típico de revolución empresarial: los judíos son los managers de los imperialistas, hasta el momento en que se apoderan del show, dirían algunos.
Nada de esto, han seguido dóciles al señorío imperialista mayor, argumentan otros. Cualquiera sea nuestra opción, no cabe duda de que sionistas e imperialistas están íntimamente integrados y mezclados; en todo caso, si uno acepta la idea de amenaza iraní contra Israel, uno está suscribiendo a este matrimonio diabólico.
Las naciones que rechazan a los Maestros del discurso se encuentran sojuzgadas por fuerza. Un armamento nuclear vale como irrebatible igualador, como fungía el Colt en el Oeste, cuando se decía que "la Declaración de independencia proclama que todos fueron creados iguales, pero el coronel Colt es el que concretó este presupuesto". Con vistas a impedir los excesos en la igualdad, los pioneros procuraban que los nativos no tuviesen manera de empuñar el Colt. Es la misma política la que lleva a cabo Occidente en su tentativa para mantener el poder nuclear fuera del alcance de los iraníes.
Hace pocos días, me invitaron a un debate en el Canal Uno de la televisión rusa, donde el supuesto jefe del buró de la BBC en Moscú preguntó para qué necesita Irán tener mísiles balísticos, antes de listar el arsenal de los mísiles iraníes. Pero no me pudo contestar la pregunta siguiente: ¿para qué necesitan los pacíficos ingleses sus mísiles balísticos y sus armas nucleares?
Con razón, pues ¿para qué le pueden servir estos trastos a nadie? Sin embargo, si Inglaterra con su largo y sangriento historial de dominación del Tercer mundo, desde Irlanda hasta Japón, puede tener esos juguetes, entonces forma parte del deber de cualquier país importante tratar de proteger a su pueblo de los caprichos de los amos occidentales.
Pues sí, Irán sigue trabajando para un programa de energía nuclear civil, pero en el caso de que dicho país decida fabricar la bomba, debemos respaldar esta decisión, pues esto traerá paz. De hecho, pocas personas contribuyeron más a la causa de la paz mundial que Julius y Ethel Rosenberg y sus asociados Harry Gold y Klaus Fuchs. Estos gigantes comunicaron los secretos de los artefactos nucleares americanos a Rusia, con lo cual salvaron a Moscú y San Petersburgo del destino de Hiroshima.
Sin su gesta heroica, los amos coloniales habrían convertido a Rusia en desierto radioactivo. José Stalin le pasó los datos del manejo de dichas armas a la China emergente, y fue otra excelente hazaña, pues de lo contrario, se habrían abalanzado sobre Viet Nam con el mismo estilo practicado con Japón.
El escudo nuclear ruso es lo único que Gorbachev y Yeltsin no desmantelaron cuando destruyeron la Unión Soviética, posiblemente porque no se les ocurrió que las fuerzas patrióticas pudiesen jamás volver al poder en Moscú. Esta protección les permite a los rusos permanecer impávidos ante las monsergas de Frau Merkel, y les da la libertad de elegir, entre vender su petróleo y su gas a Europa, o invertir la corriente hacia China.
Le permite a los bielorusos tener el presidente al que han elegido por enorme mayoría; de lo contrario, Lukashenko compartiría el destino de Noriega y Milosevic por su terca negativa a vender las riquezas de Bielorusia a George Soros. Dejad a los iraníes también tener la libertad de sus elecciones, y restaurar el equilibrio en la región.
La triste historia de Irak es la mejor demostración de que el desarme y el acatamiento no son ninguna opción. Saddam Hussein autorizó a los buitres de la Agencia Internacional de la Energía a registrarle los bolsillos, y terminó con sus huesos en la cárcel, y con su país ardiendo en ruinas. A Ajmadineyad le salió mejor, al contestar a la demanda USA-Israelí de desarme con el soberbio estilo de aquél capitán de la guardia francesa en el campo de batalla de Waterloo. "¡A desarmar, valientes soldados!", dijera el general inglés: a lo cual "¡mierda!" contestó Cambronne sobriamente.
Y para los sinceros amantes del bienestar israelí diré lo siguiente: Irán no es el peligro, pues nadie quiere asesinarnos. La verdad es que los judíos podrían vivir perfectamente bien en Palestina.
Si hubiéramos hecho las paces con los habitantes nativos de Palestina en 1948, habríamos conservado nuestro hogar común, Palestina, como el deslumbrante escaparate del Medio Oriente, con el petróleo iraquí llegando a chorros a las refinerías de Haifa y los trenes de Bagdad al Cairo transitando por Lydda y Jaffa, con los peregrinos musulmanes haciendo una pausa en Jerusalén anualmente, camino a la Meca, con los cristianos pisando las huellas de Cristo de Belén hasta Nazaret, y con los judíos haciendo su aliya (palabra que se refiere al peregrinaje anual a Jerusalén, lo mismo que el haij, nada que ver con una inmigración permanente a Palestina como pretenden los sionistas).
Bastaría con echar por la borda la vieja y sucia costumbre del separatismo y la dominación. Estamos a tiempo aún, después de sesenta años y tantísimos muertos. Para lograrlo, debemos retomar la advertencia de Ajmadijeyad: "dejad borrar del mapa regional al Estado judío exclusivo. Sustituidlo por un solo Estado para todos los ciudadanos del lugar, judíos o no. El derecho a gobernar le pertenece al pueblo entero de Palestina, sean musulmanes, cristianos o judíos", dijo Ajmadineyad, y vaya, pues: sólo un supremacista judío podría poner reparos a estas palabras.
Cuando dije esto en el debate televisivo en Moscú, me atacó el presidente de un tal Congreso judío ruso y director de un Instituto sionista para el Medio Oriente, un tipo gordo, lleno de granos y con panza colgante, una auténtica caricatura sacada de Der Sturmmer, con el improbable nombre de Satanovsky."Aquí en Moscú no creemos en democracia, y mis muchachos judíos te van a arrancar las pelotas, como hicieron con unos cuantos tíos de tu calaña. Israel seguirá siendo un Estado judío para siempre".
Este tipo de mafiosos son los verdaderos dirigentes del lobby judío y los promotores del Estado judío en el extranjero. Este tipo de gente es el que dirige las organizaciones judías en Rusia, en América y donde quiera. Necesitan un Estado judío para salir huyendo de sus países en el día de la ira, pero nosotros, los ciudadanos llanos de Israel, no lo necesitamos.
De todas formas, la mafia no puede gobernar para siempre. Tomo fuerzas en las palabras de Ahmadineyad: "El árbol joven de la resistencia en Palestina está retoñando y hay retoños de fe, y deseos de libertad floreciendo. El régimen sionista es un árbol hueco que se está viniendo abajo, la próxima tormenta acabará con él (recordad la parábola del árbol estéril, I. Sh.). Palestina es el punto de encuentro entre lo justo y lo erróneo. El destino de la región se decidirá en la tierra de Al-Quds y será un gran honor haber tomado parte en la victoria de Palestina"".
La victoria de Palestina es nuestra victoria, y nos sentiremos felices de compartirla. "Ahora bien, ¿tendremos guerra?" se nos pregunta a menudo. No soy de la confianza de George Bush, él no me comunica sus planes. Pero mientras los guardianes de la izquierda dicen que el petróleo sería el motivo para la guerra, a mí se me ocurre que el petróleo podría ser el motivo para la paz.
Ya que el precio del petróleo anda por encima de los $70, el presidente Bush va a tener que decidir si quiere sobrevivir a la próxima subida por encima de los $120, a no ser que sus electores en los Estados más afectados acepten con alegría el consejo de Eran Lerman, el presidente del Congreso judío americano, y director de su Oficina Israel-Oriente Medio (anteriormente miembro de los servicios de inteligencia israelíes): dejar de utilizar sus coches un día sí y otro no. Bush tiene el poder de apartar a los Estados Unidos fuera de esta carrera peligrosa, y decirle a los mandarines del Congreso judío basta ya.
Para mis paisanos israelíes: os recordaré nuestra antigua tradición de amistad con Irán. Hace dos mil años, un lienzo procedente de la antigua capital iraní Susa fue presentado en la puerta oriental del templo judío en Jerusalén. La Mishna (Berakoth 9) recomendó que se tuviera mucho cuidado con esto: "¡no demostréis jamás falta de respeto a la puerta oriental!" Según Rambam, esto se hizo para que guardasen temor al rey de Persia.Vale la pena recordar esta tradición, y preservarla.